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El Telégrafo

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Jorge Hernán Baeza

Un rechazo contundente

13 de septiembre de 2022

El 4 de septiembre fue un día histórico para Chile, a través de un referéndum que convocó por primera vez, de manera obligatoria, a la población chilena con derecho a voto, para decidir si la ciudadanía estaba o no de acuerdo con la propuesta de una nueva Constitución, redactada por una Convención Constitucional.

Los resultados fueron claros, el rechazo se posicionó con una abrumadora contundencia y dominó todas las regiones del país. Obviamente, al tratarse de un fenómeno complejo, las explicaciones no pueden dejarse en un mero ejercicio reduccionista de búsqueda de culpables, que varios líderes, entre ellos internacionales, han empezado a hacer. Este resultado tiene muchas aristas a ser analizadas, una de ellas, la oposición a la manera en que se desarrolló el proceso constituyente; es decir, una evaluación negativa de la Convención que generó distanciamiento con la ciudadanía al tiempo que estuvo ligado a sonados escándalos que ahora queda demostrado que pasaron factura y han provocado una sombra de incertidumbre generalizada en el país, mientras la sociedad chilena vuelve a polarizarse.

Desde el estallido social que convocó a las calles a millones de manifestantes hace algunos años, el panorama político y social chileno ha estado sometido a una serie de altibajos y un amplio escrutinio internacional que al parecer iba a culminar con este referéndum; sin embargo, los resultados marcan un nuevo inicio, en el que el peor error que los gobernantes podrían cometer es volver a separar a la población de manera antagónica, olvidando que el progreso demanda una gran variedad de opiniones y puntos de partida para reorganizar la estructura de un país y los derechos consagrados para su gente. Otro punto que debe ser objeto de profundo análisis es el impacto que tuvieron las fake news y las redes sociales en este proceso.

Los chilenos dieron un mensaje claro, quieren un cambio, pero así no. Este desenlace se convierte en una oportunidad no solo para Chile, sino para todos los países de la región, para aprender las lecciones que supone la democracia en el siglo XXI y que la improvisación y la desigualdad social, no son la fuente para un futuro más próspero.

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