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La imagen de un niño ahogado en las costas de Turquía, que junto a su madre y hermano pereció tratando de llegar a Europa, recorre el mundo. El padre -a quien se le negó la visa para ir a Canadá- decidió enviar a su esposa e hijos en esa travesía que les costó la vida. Hasta el endurecido corazón del Partido Popular español, conmovido en buena medida por las próximas elecciones, reclama un mejor trato para los miles de migrantes que huyen de los conflictos bélicos y la miseria.
¿Qué obliga a mujeres, niños, ancianos, a abandonar sus países, a recorrer a pie distancias inmensas, sujetos a multitud de peligros en los caminos y a abordar frágiles naves para llegar a la ansiada Alemania, que es la meta de la mayoría? ¿Es posible que el neofascismo se imponga e impida el albergue a los migrantes? ¿Existe Europa como unidad geográfica y política o cada país impone sus propias reglas?
Se dice que la guerra en Libia, Irak y Siria ha provocado este gigantesco éxodo. Pero, ¿quién provocó esos conflictos? Recordemos la invasión de Irak sobre la base de mentiras emitidas por Bush hijo y otros gobernantes que lo siguieron; la masacre de Libia, que tenía el más alto nivel de vida del norte de África; el apoyo a grupos mercenarios en Siria que ahora cometen actos de violencia inaudita contra personas y bienes culturales de incalculable valor. Han sido los propios gobiernos que ahora combaten el terrorismo quienes crearon demonios que escaparon a su control.
De la mano con aquello, la desigual distribución de la riqueza entre continentes y países alcanza niveles gigantescos e insoportables. Sigue pesando la herencia colonial y el retraso impuesto a África; en los países que soportan crueles enfrentamientos bélicos, se vive la destrucción incluso de la pobre infraestructura existente. Sus habitantes carecen de vivienda, servicios básicos y empleo. No les queda otro camino que emigrar. Es cierto que operan mafias que comercian con esos anhelos, pero lo hacen porque sus clientes/víctimas prefieren los riesgos de la aventura a la certeza de la miseria y de la falta de oportunidades.
Ante la grave realidad geopolítica y el posible advenimiento de una crisis generalizada, se impone un cambio radical en los más altos niveles del poder mundial. La ONU no debe continuar lanzando únicamente proclamas. La democratización del máximo organismo se corresponde con un nuevo mundo multipolar, en el cual debe desterrarse la acción hegemónica de Estados Unidos y la Comunidad Europea, que a través de la guerra y la intervención en asuntos internos de los países pretenden apuntalar un viejo orden mundial injusto e insostenible.
En nuestra América, la porosa frontera entre Venezuela y Colombia es el mayor foco de tensión. Venezuela reclama seguridad y Colombia derechos humanos de los desplazados. Celac y Unasur deben actuar con celeridad a fin de que la buena vecindad retorne. Hay el peligro latente de división entre nosotros y ello solo beneficia a los centros de poder que no quieren que actuemos como bloque independiente y soberano. (O)