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Fander Falconí

Un mismo origen y un mismo futuro

30 de diciembre de 2015

La experiencia nos ha enseñado, con lecciones dolorosas, que sin unidad no se obtiene ni el respeto de las grandes potencias ni los grandes logros en materia económica y social.

La coyuntura internacional es muy compleja. Caídas en precios de materias primas y en la inversión son algunos de los ingredientes, tras la lenta expansión económica regional, advierte el documento ‘Balance Preliminar de las Economías de América Latina y el Caribe’, publicado en días pasados por la Cepal.

“La conjunción de mercados financieros externos con menor liquidez y choques adversos que afectan los términos de intercambio significará para muchos países de la región una disminución de los flujos financieros internacionales, debido a mermas de las entradas de capital e incrementos de las salidas. Esta situación provocará a su vez la persistencia de la volatilidad cambiaria y la necesidad de un mayor uso de las reservas internacionales para financiar los saldos en cuenta corriente”, avizora  el informe para 2016.

Por eso, y por razones históricas, debemos promocionar todo el tiempo la integración latinoamericana. Unidos seríamos un país poderoso, la patria grande que no se dejaría tratar en forma despectiva. La unidad latinoamericana no solo es una idea retórica, sino una necesidad histórica para enfrentar la coyuntura externa latinoamericana.

Nuestro continente tuvo la mala fortuna de ser considerado el patio trasero de Estados Unidos, país que creció con el credo del destino manifiesto, convencido de su ‘misión divina’ como gendarme del hemisferio y del mundo. La idea de la unidad continental nació hace casi 200 años, como una visión histórica de Bolívar, y hoy se manifiesta en nuevas organizaciones como Celac y Unasur. Ha llegado la hora de sincronizar la política económica, social y ecológica regional,  porque la Historia lo reclama y porque la necesidad lo exige.

Hay que ampliar la agenda latinoamericana. Debemos mantener una postura única ante los temas que hoy llenan las primeras planas de internet, como la política migratoria. Los trabajadores latinoamericanos deberían gozar de las mismas garantías en sus respectivos países y la población latinoamericana, en general, tendría que beneficiarse de una política social unificada.

Pero debemos mirar más allá de la región, porque somos el Sur del planeta, somos parte de la mayoría empobrecida y relegada. Por eso debemos exigir una nueva arquitectura financiera internacional, basada en el respeto al ser humano y no en la precedencia del capital. Así podríamos enfrentar las caídas de precios de las materias primas y las fluctuaciones de las divisas.

Debemos fortalecer iniciativas como el Banco del Sur, y lograr la cartelización de las exportaciones sudamericanas para defender las balanzas comerciales. Así mismo, un cartel ayudaría a evitar deteriorar más los términos de intercambio ecológico (mayores exportaciones en volumen que no contabilizan los pasivos sociales y ambientales de los procesos extractivos).

Porque solo dentro de esa comunidad de naciones libres y hablando como iguales, podremos sentirnos parte del planeta que todos debemos salvar.  

Un feliz año para todas y todos. Unidos en la historia y en el destino. (O)

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