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El Telégrafo

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Gustavo Pérez Ramírez

Un empeño más para el cambio

06 de septiembre de 2015

Indigna la brutalidad policial racista contra el negro en EE.UU. maltratos, torturas y asesinatos frecuentes. Sin embargo, no recapacitamos ante la xenofobia y discriminación en nuestra propia sociedad, sordos a las reiteradas llamadas de las Naciones Unidas, y de la misma conciencia, a la solidaridad con el otro, así su piel sea de otro color, que es lo único que nos diferencia. Es tiempo de un cambio cultural humanitario.

Por resolución de la Asamblea General de la ONU, se lleva a cabo el Decenio Internacional de los Afrodescendientes 2015-2024, bajo el tema ‘Afrodescendientes: reconocimiento, justicia y desarrollo’. Ya en 2011 fue el Año Internacional de los Afrodescendientes.

Es, pues, un empeño más, y muy serio, para lograr que el mundo reflexione sobre la condición de nuestros hermanos afrodescendientes.

Este artículo comprueba cómo los derechos de los afrodescendientes fueron violentados brutalmente por una legislación que permitía su venta como simple mercancía.

Me refiero a una cédula real del siglo XVIII, que reguló en España el mercado legal de esclavos africanos. Es un documento de diez folios que se encuentra en el archivo histórico del Municipio de Loja, cuyo curador, el historiador José Carlos Arias, auspiciado por la Municipalidad, fue el organizador de un exitoso simposio de historia de la provincia de Loja, del 24 al 26 de junio pasados, en asocio con la Academia Nacional de Historia.

La cédula real data del 4 de agosto de 1788, o sea que fue firmada por Carlos III, rey de España (10 agosto 1759-14 diciembre 1788), meses antes de que su colega Luis XVI, rey de Francia, muriera en la guillotina a raíz de la Toma de la Bastilla el 14 de julio de 1789 por una población que tomaba conciencia de las violaciones de sus derechos fundamentales, mientras que en España los negreros estaban amparados por la legislación de un rey que, so pretexto de beneficiar a sus ‘amados vasallos’ en el fomento de la agricultura, introducía esclavos negros en las islas de Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico y provincia de Caracas.

La cédula fija minuciosamente las reglas y condiciones, dando todas las facilidades “para venderlos cuando puedan como otro cualquier efecto comerciable”, y evitando el contrabando.

“Los negros han de ser de buenas castas la tercera parte o lo más de hembras, y las otras dos, varones” establece el art. 6; “y no se permitirá la entrada y venta de los que sean inútiles, contagiados o que produzcan enfermedades habituales, obligando a los que lleven alguno o algunos de esta clase a que los vuelvan a extraer”.

Siendo todos, mujeres y hombres, africano-descendientes, porque la cuna de la humanidad está en África, sintámonos comprometidos a colaborar para que se le reconozcan debidamente los derechos a quienes, por el color de su piel, todavía en pleno siglo XXI, siguen discriminados y excluidos de la sociedad. Vergüenza debería dar quedarse de brazos cruzados ante las múltiples condenaciones contra el racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas que reiteran las Naciones Unidas. (O)

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