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En ningún lugar del planeta un gobierno deja de tener un grupo político opositor, unificado o fraccionado, que libra batallas permanentes para contradecir, criticar, condenar, denunciar, agredir y, si es del caso, tumbar al régimen, por las buenas o por las malas, apelando a un golpe de Estado.
Sería aburridísimo que exista un gobierno que no tenga oposición.
Y así como en el mundo hay gobiernos de toda la ralea, es obvio y tolerable que haya oposiciones de todo pelaje.
Todo animal político, o sea todo ser humano racional, en su existencia una o varias veces ha sido adherente y admirador de un régimen o parte de la oposición.
En busca del perfeccionamiento humano, así como es deseable que cada vez los gobiernos respondan mejor a la confianza de sus electores y califiquen con las mejores notas su actuación, también sería bueno que la oposición aprenda del ejercicio de la autocrítica para que mejore su desempeño si es que de verdad quiere que mejoren las cosas.
Cuando el grupo opositor es dominado por los llamados “contreras”, terminar estando a favor, cuando son materia de burla y de desprestigio.
En Venezuela hubo de transcurrir 15 años para que los grupos opositores pudieran autocriticarse y rectificar sus procedimientos.
Después de viajar de tumbo en tumbo, con cuatro procesos electorales de por medio, las 21 organizaciones políticas antagónicas a Chávez decidieron unificarse para presentar un solo candidato, Capriles, para enfrentar el desafío que se dirimió ayer, 7 de octubre.
Bueno, regular o malo, pero por lo menos Capriles hizo frente al desafío con una mejor opción que la montonera de candidatuchos de otras elecciones cuyo único destino era figurar para enseñar a sus nietos los afiches de su aventura.
Si solo ese fuera el delito de ridiculez y vergüenza propia y ajena que vive la oposición ecuatoriana, se podría perdonar justificando que se trata del arrebato de algún atarantado suelto por allí.
Pero cuando algunos medios de comunicación no solo que aúpan y permiten que aventureros políticos asuman su representación, sino que con descaro se convierten en actores políticos militantes, desnaturalizan el carácter y rol de la oposición para convertirse en antagónicos frontales.
Gran escándalo por el tema de la revisión firmas. Argumento central: el Gobierno manipula al Consejo Electoral para eliminarlos, quedarse solo y ganar de calle las elecciones.
Resultado: más de una decena de grupos nacionales aprobados y varias decenas de movimientos seccionales.
Hoy, hasta el más ingenuo de los ciudadanos se da cuenta de la cantidad de mentiras, calumnias y embustes que se utilizaron para desprestigiar el proceso electoral y, supuestamente, al gobierno gestor de tamaña ridiculez.
Cuando se tropieza dos veces con la misma piedra no deja de hacer el ridículo en beneficio de las víctimas de su diatriba.