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El Telégrafo
Ximena Ortiz Crespo

Trabajo híbrido

20 de noviembre de 2021

¿Dónde dejé el documento en el que estaba trabajando? ¿En la computadora de la casa? ¿En la de la oficina? ¿En la nube? Debería aprender ya a poner la información en la nube para recuperarla fácilmente, pero todavía no llego a tanta sofisticación. No logro saber hasta qué punto avancé en los trámites que debía hacer. Por lo pronto me mando notas a mi correo electrónico cada vez que termino una tarea y para los pendientes llevo un registro en WhatsApp.

La forma híbrida se supone que es una combinación saludable de trabajo virtual en la casa y presencial en la oficina, los dos en colaboración fructífera entre colegas, departamentos y actores externos. Para personas a las que permitieron escoger los días de trabajo, la semana laboral ideal tiene dos días de hacerlo desde casa. Adoptar una forma de trabajo híbrido significa que las empresas invierten en el bienestar y la seguridad de sus empleados y mejoran las tareas que deben llevar a cabo, logrando al mismo tiempo productividad y eficiencia.

¿Cuáles son los beneficios del trabajo híbrido para el empleado? Ser más productivo, ahorrar el tiempo de transporte, ser dueño de sus horarios, lograr equilibrio entre las tareas de oficina y la vida familiar, alternar entre momentos informales en el lugar de trabajo y días tranquilos de concentración en casa. Adicionalmente, utilizar la tecnología para presentaciones y reuniones con gráficos, fotos o videos según convenga. Y, por cierto, estar más bioseguro al observar el distanciamiento social.

Pero la realidad de poner en práctica el trabajo híbrido resulta mucho más difícil de lo que parece, tanto para patronos como para empleados. Cuando el personal asiste a la oficina, debe mantener puertas cerradas para reunirse por Zoom o Teams lidiando con las bajas velocidades de Internet y recordando a sus colegas que deben silenciar sus altavoces para que el sonido de las otras reuniones no se escuche. La mayoría de reuniones siguen siendo en línea. Y, cuando son presenciales, todos los asistentes deben guardar la distancia debida y utilizar mascarillas. La sensación de equipo hasta un cierto punto se diluye.

Al contrario de lo que pasa en una oficina, donde constantemente nos encontramos y hablamos con personas de otras áreas de la institución, en el trabajo remoto nos enfocamos en las comunicaciones estrictamente necesarias con nuestro equipo directo. El fenómeno colectivo –que depende de la colaboración entre las personas y los resultados de estos encuentros en espacios de trabajo– desaparece, con lo que disminuyen la creatividad y la innovación. Los equipos se dispersan y el agotamiento digital es una amenaza real.

Por otra parte, para los empleados es casi imposible configurar dos espacios de trabajo –el de la oficina y el de la casa– que estén suficientemente equipados para todas las diferentes tareas que deben realizar. Los libros, otras fuentes de información e, incluso, los colegas a quienes consultar no siempre están al alcance. En otros casos, los recursos tecnológicos necesarios no están disponibles en casa. Por añadidura, en la oficina no siempre se tiene las condiciones que requieren las reuniones virtuales: suficiente iluminación, privacidad, el silencio y la tranquilidad adecuados. Por ello, el empleado siente que, cualquiera sea el lugar donde esté trabajando, no dispone de todas las herramientas necesarias para ser eficiente.

 

Dicen que las rutinas ayudan a organizarnos mentalmente. En el caso del trabajo híbrido no se logra tener una rutina predecible. Esperemos que pronto podamos acostumbrarnos de nuevo a llevar la comida a la oficina, a vestirnos de oficinistas y a construir puentes bien cimentados entre nuestros lugares de trabajo. Y, en un futuro cercano, tener ya todos los huevos en una canasta para no sentirnos dislocados.

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