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El Telégrafo
Alfredo Vera

Tolerancia

26 de abril de 2016 - 00:00

La tolerancia es una virtud que los pueblos tienen que practicarla, para que en armonía, la construcción de un futuro no tenga obstáculos ni sea materia de dificultad del desarrollo de la sociedad. No es posible pensar que un pueblo pueda levantarse después de una catástrofe como un terremoto, si no hay de parte del propio pueblo y del propio país, de gobernantes y gobernados, un ambiente propicio para el desarrollo de esa sociedad.

En una colectividad en la que hace falta mancomunar los esfuerzos, no cabe que haya acusaciones que despierten rencor o dificulten el desarrollo del trabajo colectivo, estas no se pueden fomentar bajo ningún concepto, y por eso es admisible decir que la intolerancia crea rencor.

Debemos levantar la conciencia de todos los ecuatorianos, para hacer fuerza en un solo sentido y no generar divisiones absurdas que nos llevan al fracaso y al estancamiento.

Debemos ser lo suficientemente maduros, como para no permitir que la sociedad se derrote, es bueno que el pueblo ecuatoriano sepa que aquí no hablamos de vencedores ni vencidos, porque esa no es la disyuntiva que nos compete resolver en el transcurso de este tiempo. Ya que la vida en su eternidad no va a permitir nunca que las cosas se pongan de un solo lado: siempre habrá tolerancia para que superviva el alma de un pueblo.

A pesar de las insidias de sectores que no se conforman con nada, la fortaleza del pueblo, particularmente de su juventud, son y serán capaces de marcar una ruta avasallante para alcanzar los ejemplos que han servido de cimientos a la grandeza de otros pueblos: una conducta negativa hace daño a todos por igual.

La solidaridad de la gran mayoría de los pueblos y gobiernos, que nos han abrumado en esta hora de prueba, impulsará la fortaleza para recuperar las mejores glorias del pasado.

Conmueve la ternura al constatar que familias enteras, por encima de las tragedias que hayan debido soportar, estimulan el aliento de todos para encontrar el camino más apropiado a seguir, en el que indiscutiblemente no cabe la intolerancia.

La misma historia de nuestro pasado hace prever que contamos con la fortaleza espiritual y moral para lograr esa victoria.

Construir la equidad y la fraternidad en una sociedad, solo es posible con el ejemplo que nos han entregado los corazones repletos de bondad, de aquellos que hoy levantan la esperanza, con la solidaridad ilimitada puesta en evidencia y que nos hacen soñar con un futuro promisorio. (O)

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