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Una vez superado el temor inicial causado por el sismo, en los ecuatorianos afloró el espíritu de solidaridad, generosidad y amor por nuestros hermanos afectados en Manabí y Esmeraldas. Un Ecuador unido por una causa ineludible: socorrer a nuestros compatriotas.
No cabe duda de que se impuso ese espíritu humano y solidario por sobre la mezquindad, el odio y la amargura. Miles de ecuatorianos inmediatamente empezaron las tareas de recolección de ayuda humanitaria y centenares de jóvenes decidieron viajar hasta la propia zona del desastre; muchos sin la debida preparación, pero se trataba de socorrer en forma inmediata en las poblaciones más devastadas.
La cooperación internacional, con expertos rescatistas, llegó también de modo inmediato y han sido puntales fundamentales en las tareas de rescate. Conmovía mirar y sentir al Ecuador unido, trabajando juntos por nuestros hermanos; las ciudades movilizadas con ayuda de todo tipo. Todos juntos, más allá de las rencillas políticas.
Sin embargo, el silencio de esas voces mezquinas duró muy poco. Apenas cuatro días. Una vez más prevalecieron los intereses corporativos y de grupo. La mayoría de políticos de oposición recurrió, una vez más, a la mentira, a propagar rumores falsos, a atacar al presidente Correa, sin importarles el dolor de miles de damnificados, sin el más mínimo respeto por las víctimas y sus familias. Y más aún cuando se anunciaron las medidas económicas para hacer frente a los efectos devastadores del terremoto.
Medidas que, por otra parte, son razonables y están alejadas de los tradicionales ‘paquetazos’ y no afectan a los que menos tienen. Entonces sí, se desataron los ataques, con apoyo de los poderes fácticos, entre ellos los medios de comunicación comerciales. Y lo que es peor, las redes sociales, que tanto aportaron en las primeras horas del sismo, volvieron a convertirse en una cloaca.
Las medidas adoptadas servirán para paliar esas necesidades e iniciar las tareas de reconstrucción. Aunque ciertamente, y hay que decirlo, quizá faltó adoptar también medidas de austeridad -ya lo he dicho antes- como un claro mensaje a la ciudadanía en tiempos de recesión. Muchos ecuatorianos sienten que, desde el Gobierno, no se hace lo suficiente para reducir gastos innecesarios e ineficiencias en el aparato burocrático. Insisto, hay que escuchar y escuchar a la gente.
Al estar a las puertas de elecciones, sin duda la forma en que el Gobierno gestione las tareas de rescate, los efectos e impactos del desastre en los distintos sectores de la población -no solo de las zonas afectadas- y las tareas de reconstrucción serán factores clave para el resultado de las elecciones de febrero de 2017. Una gestión exitosa apuntalará al candidato de Gobierno. Y lo contrario, errores e ineficiencias, darán vida a la oposición.
Por ahora, hay que insistir en la necesidad de aparcar las rencillas políticas, el odio y la mezquindad. La prioridad debe ser nuestros hermanos damnificados y tratar de que, en el menor tiempo posible, puedan recuperar sus vidas, su presente y su futuro.
Y como dice un anónimo, abracémonos fuerte -todos los hombres y mujeres de buena fe- para nunca más volver a temblar. (O)