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El Telégrafo

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Patricia Hidalgo

¿Todos los problemas son de comunicación?

14 de junio de 2022

Habitualmente los gobiernos, cuando las cosas no marchan bien, recurren a una vieja y conocida justificación: "nuestro problema no es de gestión, sino de comunicación". Sí, esta frase esconde grandes dosis de verdad: las autoridades muchas veces no saben cómo llegar a la ciudadanía ni informar sobre sus políticas públicas y proyectos a futuro. Al final, no importa cuánto hagas si nadie reconoce lo que has hecho o al menos tiene la percepción de ello.  Además, los consensos exigen estrategias claras para lograr aceptación de las medidas en el territorio y generar vínculos sólidos con los públicos. Sin embargo, -y a pesar de toda su importancia- no creo que todo debe circunscribirse a la comunicación. 

 

¿Por qué? Gobernar no es únicamente comunicar. Van de la mano, pero no son lo mismo. Al respecto, Omar Rincón señalaba ya hace algunos años que acudimos (y lo seguimos haciendo) a una democracia convertida en un show mediático en el que importan más las narrativas. En consecuencia, implementar los cambios estructurales que requiere el país, pasa a segundo plano cuando los grupos de poder personalizan el poder y convierten a los ciudadanos en fans. Lo están logrando. Hoy, las discusiones en redes sociales reflejan y amplifican esta situación: confrontaciones alrededor de figuras quienes prefieren vivir de la emoción que despiertan, antes que presentar proyectos para solventar los grandes problemas cotidianos (inseguridad, inflación, desempleo). 

 

Por cómo van las cosas, actualmente pesa más el marketing y las encuestas de opinión que el debate basado en argumentos, las decisiones y la voluntad de gestión. La consecuencia de seguir esta corriente es aceptar que la puesta en escena y el espectáculo pesan más que la política real, esa que resuelve los conflictos de las personas. Da la impresión que, en tiempos de convergencia digital, importan más los eslóganes, las buenas intenciones y los discursos vacíos de que todo está bien.

 

Con esto no quiero decir que no importa la percepción: influye y bastante en materia de gestión de gobierno. Basta con recordar cómo se construyó un marco de sentido y un estado de ánimo hace algunos años. Es fácil engañarnos con utopías, promesas y supuestos compromisos. El punto es que cuando despertamos, como en el cuento de Monterroso, el dinosaurio sigue allí.   

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