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El Telégrafo
Ilitch Verduga Vélez

“Terminó el gobierno de los negocios privados”

09 de mayo de 2014

El encabezado-título del presente artículo  corresponde a la alocución del postulante ganador de los comicios presidenciales en Panamá, Juan Carlos Varela, el pasado domingo 4 de mayo. Su aseveración concierne, aparentemente, al actual régimen panameño, cuyo titular es un importante magnate, dueño -entre otras empresas- de la mayor cadena de supermercados del país.

El triunfo electoral de Varela no supone ideológicamente un cambio en las relaciones de poder ni, desde luego, en el actual modelo de desarrollo del Estado, pero tampoco se puede afirmar que el resultado del proceso eleccionario es un  suceso que genera un simple cambio de inquilino en el Palacio de las Garzas, ni mucho menos un factor de continuismo de la gestión del mandatario en funciones, con numerosos ‘gaffes’ y monumentales errores diplomáticos durante su mandato.

El discurso del triunfante candidato antes y durante la campaña electoral tuvo un énfasis reiterado en la justicia, con el ofrecimiento de medidas como el control de precios para la canasta familiar, política instaurada por Omar Torrijos y derogada por los neoliberales de turno; de lucha contra la corrupción frente a   acusaciones vertidas sobre el sobreprecio en la construcción del metro en su capital, o el nudo gordiano financiero administrativo de la detención en los trabajos de ampliación del canal interoceánico; de igual manera, temas de relieve sustancial en lo internacional, tales como la necesidad de una América Latina unida, en la búsqueda de sus destinos históricos; acciones en defensa del medio ambiente y los DD.HH., los cuales, al tratarlos con talento  y sensibilidad  social, tuvieron una respuesta positiva de los ciudadanos. Y de allí su victoria inobjetable, que es también un ejemplo para quienes sueñan con mandos de banqueros y empresarios para regir los destinos de la República.

La nación del istmo tiene un antiguo historial de relaciones de hermandad con nuestra patria. Los ecuatorianos jamás podremos olvidar que fue en ese lugar fundamental donde nuestro ínclito general Eloy Alfaro recibió -en múltiples exilios- el abrazo acogedor de su noble pueblo y forjó una familia ejemplar, al casar con la respetable dama doña Ana, y cuyos hijos nacieron en esa  tierra hermana, aquella que le guarda singular respeto y amor. Y donde reside una sustancial  parte de su saga, que tiene como su mayor orgullo su inmortal raíz manabita y ecuatoriana.

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