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Sustituyendo el capitalismo

05 de septiembre de 2012

Desaparece lo que se sustituye. Desaparecer el capitalismo es el desafío actual, pero sustituyéndolo. Frente a las crisis económicas y ecológicas que se repiten y se generalizan, por todas partes están apareciendo nuevas propuestas de economía solidaria. Grandes economistas no solo denuncian la dinámica perversa del capitalismo que enriquece a los dueños de las empresas y de los bancos a costa del robo al salario de los trabajadores, es decir de todos nosotros.

También resaltan las alternativas existentes en todos los continentes. Hablan de “democracia económica”, de “nueva economía popular” y de “economía de la solidaridad”. Ya existen grandes ejemplos: la autogestión empresarial en la antigua Yugoslavia, los conglomerados cooperativistas de bancos y empresas en Japón, las cooperativas del grupo internacional español Mondragón, el sitio en Internet de Wikipedia, el Hotel Ramada en Guayaquil…

El capitalismo se basa en el lucro y la avaricia mediante la propiedad privada de los medios de producción, el libre mercado según la oferta y la demanda, y el trabajo asalariado según los criterios del dueño de la empresa. Las alternativas dependen tanto de los miembros de una empresa como de los gobiernos. Por una parte, los trabajadores pasan a ser los dueños de la empresa y deciden su gestión. Por otra, se reparten entre sí los beneficios, ya que no hay que pagar intereses a los accionistas. En cuanto al Gobierno, puede apoyar la formación de los trabajadores, facilitar el cooperativismo, poner un impuesto sobre el capital y nacionalizar los bancos.

Avanzamos en este sentido cuando nos formamos profesionalmente, cuando más y más trabajadores se organizan y se unen para adueñarse de su trabajo, de su salario y de la empresa donde trabajan. Avanzamos cuando aumentamos nuestra capacidad de control mediante las veedurías. Avanzamos cuando nos conformamos en colectivos y cooperativas, cuyas características son el nombramiento democrático de los responsables, la participación en las decisiones, la elección y realización de proyectos y la fiscalización de los mismos. Avanzamos también cuando hay partidos políticos que promueven esta clase de proyecto de gobierno.

En nuestro país, esta realidad ya existe a pequeña escala. El éxito de una revolución ciudadana depende de nuestros esfuerzos para encauzarla en estos caminos participativos. Jesús de Nazaret nos anima a trabajar sin descanso en este sentido para que todas y todos tengamos “vida y vida en abundancia”.

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