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El Telégrafo

Sobre #indignados, #kbreados y otros fantasmas

07 de octubre de 2011 - 00:00

Los #indignados son una pandemia. Tanto en un sentido expansionista como epidemiológico. Tan efectiva resulta esta nueva ola de manifestaciones que se ha colado en la máxima representación del capitalismo, la codicia
y la especulación: Wall Street.

Jóvenes desempleados vociferando en contra del establishment, del capitalismo inhumano y hasta del sistema bipartidista. Jóvenes desempleados con Apples vociferando. Apple es uno de los monopolios más grandes del mundo. Cada acción vale $400. ¿Ellos lo sabrán? 

La esencia de este movimiento, #OccupyWallStreet, es su carácter anarquista. Rechazan liderazgo. Rechazan instituciones. Lastimosamente, en una sociedad institucionalizada como los EE.UU., la institucionalidad resulta un imperativo para liderar cualquier proyecto político o social; incluso cuando ese proyecto va en contra de la sociedad establecida. Sin una propuesta política concreta, #OccupyWallStreet no es más que un montón de gente indignada. Y pese a su poder de convocatoria, hasta ahora no han hecho más que asustar a un par de ejecutivos.

Nunca sabremos cómo #OccupyWallStreet se dispone a arreglar las irregularidades del corporativismo extremo en que nos vemos inmersos. Principalmente porque todas sus líneas son extraordinariamente generales: un nuevo orden económico lucha contra la corrupción corporativa, paz en el mundo. Básicamente, lo que expone cualquier candidata a Miss Universo. Resulta que para cambiar el sistema se necesita algo más que poder de convocatoria. Y esto no es nuevo. Poder de convocatoria e institucionalidad. Indignarse no genera empleo ni reactiva el aparato productivo. Si no, pregunten a los mismos #indignados. 

Y esta situación no deja de colarse en nuestra propia arena política. Nosotros también tenemos nuestros primeros indicios de indignados: los #kbreados. Tanto más ineficientes que #OccupyWallStreet, porque luchar por la libertad de expresión, en contra de la tiranía y por una democracia no son fines políticos. Porque un centenar de carteles, miles de “Me gusta” y comentarios de apoyo virtuales no son poder de convocatoria. Paralizar una ciudad, eso es poder de convocatoria. Y Alianza PAIS  lo tiene. Sus métodos podrán no ser del agrado de muchos, pero los resultados con envidiables. Y, además, tiene objetivos políticos claros. ¿No? Cinco elecciones ganadas, mayoría legislativa, gran presencia en los gobiernos seccionales, etc.

Este trend político carece de una capacidad de concreción por falta de institucionalidad o por falta de convocatoria. En nuestro caso, por los dos. Puerilismo político, versión 2.0. ¿Vencerán al establishment, o serán siempre vencidos por la política?

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