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El Telégrafo
Daniel Soto

El sistema penal en el país de las maravillas

28 de enero de 2022 - 00:00

Alicia en el país de las maravillas, obra de Carroll, es un trabajo literario que cumple el gran reto de enviar diferentes mensajes a diferentes lectores. Carroll se dirige a niños y adultos para mostrar a los primeros un mundo de posibilidades infinitas y a los segundos, un mundo de caos y críticas muy acertadas. Así es nuestro sistema penal, contenedor de un mundo increíblemente alegre para unos, que creen en fantasías; y de caos, para quienes viven la realidad.

 

A lo largo de las últimas 3 décadas, el Estado ecuatoriano y otros países de la región han recibido sentencias de la Corte IDH en las que ordenan ajustar las leyes penales a criterios que garanticen los derechos de los ciudadanos en contraste con los de la fuerza pública. Suarez Rosero vs Ecuador es una de las sentencias de la Corte IDH que significaron un tirón de orejas para el estado ecuatoriano, por haber violado más de un derecho de la Convención Americana de Derechos Humanos. Suárez Rosero estuvo en prisión preventiva durante casi 5 años antes de recibir sentencia; y cuando la recibió, solamente fue condenado a dos años. Pagó 3 años de mas, éstas y otras violaciones se cometieron desde que fue detenido hasta que recibió su sentencia.

 

Como este, hay varios casos mas o menos conocidos, como el de los hermanos Restrepo, Tibi, y otros, que develan el abuso policial que envuelven secuestros, torturas, desapariciones y otros. Pero todos estos, no dejan de ser casos aislados.

 

Es así que los legisladores, apoyados en expertos en derechos humanos, han dictado normas que se soportan en un bagaje de estudios exquisitos en el tema, pero que lastimosamente no atienden la realidad de nuestro país.

 

Al policía Olmedo se lo juzgó por supuestamente extralimitarse en su servicio, delito contemplado en el artículo 293 del COIP. Sin entrar en detalles, se le cuestiona al policía por haber disparado en persecución a dos delincuentes que, aparentemente, no representaban peligro alguno para la vida de nadie. Fácil decirlo ahora que se tiene peritajes, cámaras, testigos, etc. No sé si el policía Olmedo habría disparado teniendo todas las pruebas y el tiempo para analizar el caso que tienen jueces y fiscales. Nunca lo sabremos, porque en ese momento el policía Olmedo no tenía nada de eso.

 

Tal vez por evitar estos incómodos juicios es que vimos morir a Diana Carolina en Ibarra, tras recibir dos puñaladas de su secuestrador, cuando estaba tan solo a cinco pasos de los policías, que a su vez no dispararon al agresor porque respetaron sus derechos humanos evitando el uso excesivo de la fuerza, evento sucedido en el 2019. O tal vez tenemos que esperar que el delincuente dispare primero para hacer uso progresivo de la fuerza, aunque en el 2021 el asaltante del local de comidas en Guayaquil, no haya respetado los derechos humanos de nadie y sin avisar que iba a hacer uso progresivo de su arma, se puso a disparar provocando una balacera en la que murió Sebastián de 11 años.

 

Lo más vil que he visto en los comentarios de redes sociales, es la comparación del caso de Olmedo con el de los hermanos Restrepo. Lo que pasó con los Restrepo es una atrocidad sin comparación, el abuso de poder al extremo. Nada que ver con Olmedo.

 

Y es que es obvio que tampoco hay que trapear el piso con los DDHH, desde luego que necesitamos leyes garantistas para proteger a los ciudadanos de los abusos policiales, pero éstas deben apuntar a los casos aislados, no a la generalidad. Creo que la equivocación radica en que las leyes que se expiden no son lo suficientemente socializadas con jueces y policías a fin de que se entiendan los límites. En sí, el problema no está en la Ley, sino en todo el sistema penal, que involucra la Ley.

 

Tal como un niño que se asombra leyendo la obra de Carroll con sus infinitas posibilidades, los extremistas de la protección de derechos humanos, viven un mundo de fantasía en donde todos sus argumentos tienen asidero posible y en donde sienten que sólo ellos son dueños de la verdad, con aires de superioridad logrados por sus estudios poéticos; pero para quienes tenemos los pies sobre la tierra, vemos que del sistema penal se desprende un caos que merece críticas serias, como esta.

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