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El Telégrafo
 Pablo Salgado, escritor y periodista

Sin cultura, no volveremos a tener patria

22 de mayo de 2015

La noticia llegó abruptamente. Y no quedó más que suspender el concierto que, con tanta ilusión, preparó la Orquesta Sinfónica Nacional, pues se trataba de celebrar sus 65 años de vida. Por orden de la Secretaría de la Central de Riesgos, el Teatro Nacional de la Casa de la Cultura Ecuatoriana debía suspender toda su programación a partir del jueves 21 de mayo. Se trata, dice la nota de prensa emitida por la propia Casa de la Cultura, de motivos de “fuerza mayor que entraña una situación de riesgo de concentración masiva”. La decisión fue adoptada luego de conocer el informe del Cuerpo  de Bomberos, en el cual se comunica que “no se otorgarán más permisos si no se subsanan las observaciones realizadas luego de la inspección”.  

Cabe señalar que el Teatro Nacional, construido para que se convierta en el escenario emblemático del país, en verdad nunca fue terminado, precisamente por falta de recursos. Y apenas se le ha dado mantenimiento, unas cuantas “manitos de gato”, como decían las abuelas. Y los sistemas de sonido e iluminación han podido mantenerse gracias a la donación de equipos de países amigos, como Japón, que se han condolido ante tan penosa situación.

Pero no solo es el teatro, es todo el edificio. Incluso se han desprendido los espejos de la fachada, con el peligro que esto trae para los transeúntes. Y lo mismo sucede en el resto de las salas de exposición, museos y el teatro Prometeo. Las salas administradas por los grupos de teatro y danza han podido mantenerse en pie, gracias al esfuerzo propio, la autogestión y las mingas de los propios artistas.

El presidente de la Casa de la Cultura, Raúl Pérez Torres, ha implorado, literalmente, ayuda, incluso al propio Presidente de la República, a quien le ha pedido que visite la Casa para que pueda constatar su penoso estado. A través de sendas cartas públicas, en la del 27 de septiembre de 2013, por ejemplo, Pérez Torres le ha dicho al presidente Correa: “Los teatros están muy deteriorados, sin luz, iluminación, sin sonidos convenientes. Desde su creación no ha recibido apoyo de ningún gobierno, por ello resulta tan difícil su autogestión”. Pero nada. Apenas el silencio. Se ha preferido devolver dineros al Ministerio de Finanzas, por falta de ejecución del Ministerio de Cultura y Patrimonio, antes que invertirlos en subsanar las necesidades de la Casa de la Cultura.

Pero el deterioro no es solo de la infraestructura física, sino también del modelo de gestión institucional. Y, creo, que también de actitud. A lo mejor, el presidente Pérez Torres no debía implorar, sino exigir, pues -como él mismo señala en las cartas al presidente Correa- la cultura no puede seguir siendo la gran olvidada de la Revolución Ciudadana.

Sin duda, la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión es la institución cultural más importante del país, no solo por su infraestructura física, con núcleos en todas las provincias, sino por su historia, por su legado de lucha contra las tiranías y de germen para la creación, pues la cultura es precisamente “la esencia viva de la convivencia humana”. Y esa esencia merece ser preservada. Y la Casa debe estar blindada de los avatares del juego de la política, y debe convertirse en la gran trinchera para el pleno ejercicio de las libertades y la generación de pensamiento, la reflexión y el debate en torno a las ideas.

Pero por el momento, debe recibir todo el apoyo para recuperar su edificación, no solo porque pone en riesgo la seguridad de las personas, sino porque no debemos olvidar que, sin cultura, será imposible volver a tener patria. (O)

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