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Cuando niñas, cuando niños, hace quizá medio siglo ya, mirábamos las seriales de televisión norteamericanas en las cuales se mostraba el esquema de una familia feliz: La tribu Brady, La familia Partridge, La familia Ingalls, hasta Los Picapiedra y Los Supersónicos llevaban el concepto de familia tipo, basada mucho en el ‘American way of life’, a las épocas prehistóricas y futuristas.
Los pequeños conflictos que se observaban en estas series televisivas eran bastante simples y dejaban siempre el mensaje de que la familia era un lugar seguro para el corazón, lo cual en situaciones ideales es verdad. La familia como refugio, la familia como compañía, la familia como el lugar de la pertenencia y la integración que nos fortalecen para salir al mundo.
Pero, como todo en esta vida, también una institución tan sagrada como la familia tiene su sombra. Cada familia responde a una historia diferente, una historia donde se han atado diversos tipos de nudos muy difíciles de desatar que siguen haciendo olas hasta el presente. No basta con decirle a un padre o a una madre cuál se supone que es la mejor manera de educar a sus hijos (además, desde dónde, ¿desde el dogma católico? ¿por qué?). No basta con decirle a una madre, a un padre, que eduque a sus hijos en ‘valores’. Porque, para empezar, ¿qué es un valor? ¿La abstinencia? ¿El sexo solo con fines reproductivos? ¿Quién dictamina cuáles son los valores que bajarán la tasa de embarazos adolescentes en nuestro país? ¿Quién dictamina cuáles son los valores que bajarán la tasa de mortalidad materna en nuestro país?
Parafraseando uno de los más famosos principios de la homeopatía, se podría afirmar que no existe ‘la familia’, sino las familias. La típica familia de clase media en donde un grupo de niños ha nacido de una pareja monogámica que posee una casa, un auto (o más), un perro y un conveniente stock de línea blanca no es ya la más frecuente. Muchos factores, que sería muy largo detallar aquí, han echado por tierra, en muchos casos, la correspondencia con ese modelo.
Pero, además, dentro de las familias se dan comportamientos difíciles de erradicar desde la buena intención oficial. Familias en donde se vive una crónica de horror cotidiano. Familias en donde el incesto es la causa de los embarazos no deseados, y entonces, ¿qué hacer con esto? ¿Seguir la obsoleta normativa dictada por un cuerpo colegiado de hombres que poco o nada conocen, no solamente del cuerpo, sino también del alma femenina? La prevención del embarazo adolescente debe partir de una serie de factores estructurados, más allá de las creencias religiosas particulares de quienes regulan esta política, pues hace más de cien años que en nuestro país la Iglesia y el Estado se separaron.