Cuando era estudiante universitaria, lo último que se me cruzó por la cabeza era que, la nota del último examen del semestre, sea una salida de campo a una ceremonia de ayahuasca. Esa fue la actividad que eligió mi respetable profesor de economía.
¿Qué finalidad puede tener organizar una ceremonia de ayahuasca para estudiantes universitarios?, ¿qué intenciones se esconden detrás? Cuando descifré este oscuro acertijo, fue inevitable sentir unas profundas náuseas y asco.
A quien dirigía esta ceremonia de ayahuasca llamaremos ficticiamente Sergio. Sergio, en la década de los años 2000, era un chileno casi sesentón que se había radicado en el país. Sergio, un manipulador experto y muy hábil, utilizaba sus conocimientos de sicología y las ceremonias de ayahuasca para seducir a las asistentes. Cuando no lograba seducirlas, intentaba manipularlas desde su psique y cuando esto tampoco funcionaba, las violentaba sexualmente. A tanto llegaba la manipulación que ejercía sobre sus jóvenes víctimas, que muy difícilmente ellas se reconocían como tales. Cuando por fin se daban cuenta, era demasiado tarde y les invadía el reproche y la culpa.
Han pasado casi veinte años desde que asistí a aquella ceremonia de ayahuasca. Han pasado casi veinte años desde que descubrí que Sergio no es un maestro iluminado sino que, detrás de su bambalina, se esconde un depredador que no conoce límites morales ni éticos.
Como han pasado tantos años, yo creí que aquellas vivencias estaban superadas. También creí que el tiempo y los años doblegaron a Sergio y que de aquel monstruo ya no quedaba ni la sombra. Me equivoqué terriblemente: acabo de enterarme que Sergio, un anciano de casi ochenta años, sigue persiguiendo, seduciendo, manipulando y violentando sexualmente a mujeres mucho más jóvenes que él.
¿Hasta cuándo utilizará la medicina sagrada como anzuelo?
¿A cuántas mujeres más violentará para, posteriormente, hacerlas sentir culpables y responsables de lo sucedido?
¿Hasta cuándo vivirá de los diezmos que sus víctimas le entregan porque “si tienen más, está bien que lo hagan”?
Sergio no es un maestro; Sergio es un agresor sexual y un manipulador sicológico y emocional. ¡Ya es hora de que todo el mundo lo sepa! (O)