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El Telégrafo
Ketty RomoLeroux G.

¿Será posible fugarse de la sociedad de consumo?

04 de febrero de 2016

En días pasados visitó nuestra casa Freddy, con su hijo, un muchacho de unos 14 años. Lo conocimos cuando adolescente jugaba fútbol con mi hijo y otros jóvenes del sector. Criado por la directora de una guardería, mujer solidaria y profundamente humana. Estudió un curso corto de mecánica en el López Domínguez y luego se fue a Esmeraldas, en donde estudió en el Colegio Técnico Vicente Anda Aguirre. En esta ciudad, ‘se hizo’ de una morena hacendosa que lo ayudó mucho, pero cuando decidió regresar a Guayaquil no lo siguió.

Aquí conoció a una joven, humilde pero muy trabajadora. Ambos invadieron con otros pobladores un sector cercano al Monte Sinaí, y construyeron una casita muy modesta, en donde viven con sus cuatro hijos. Todos estudian en el Colegio Nacional María Mercedes Simba Carrión. La madre trabaja en una tienda cercana. Él ignora cuánto gana, pero ella responde por la comida. Anteriormente él trabajaba en una agencia de guardianía, pero lo despidieron el año pasado, acusándolo de robo, para no pagarle las indemnizaciones laborales a que tenía derecho. Cerca de su casa hay un dispensario médico, poco lo utilizan porque casi no se enferman. Él responde por los gastos de ciertos libros y por la ropa, ganándose la vida arreglando las oficinas y los consultorios de sus excompañeros del barrio, que todos son profesionales, con muchas preocupaciones generadas por la actual situación económica social. Me comenta que vive tranquilo. Observé su ropa. Muy sencilla, de fabricación nacional. Tiene un celular que también le sirve para escuchar música. Su hijo lucía una chaqueta Gap y zapatos marca Reebok. Cuando se despidieron, algo reflexiva, me pregunté: ¿Qué llevó a Freddy a caer, inconscientemente, llevado por su hijo, en el consumismo, en un país de tanta pobreza y desigualdad?.

Antes, la ropa, los objetos en general, se los apreciaba no solo por su belleza y elaboración, sino por su larga duración. Hoy, se ha dado paso a un sistema en donde son de poca vida. Son desechables. Estamos convencidos de que los productos que compramos nos hacen felices, porque vamos a vivir mejor, por lo que la principal actividad es consumir, para lo cual está la publicidad. La que a través de un conjunto de acciones logra modificar ideas, imponer modas e influir hasta en las más simples decisiones. Indigna, por ejemplo, la forma cómo ha utilizado principalmente a la mujer como instrumento sexual o como figura decorativa, con los atractivos físicos que impone el mercado, para lo cual se la prepara desde pequeñita, tratándola como adulta. Y no por sus atributos personales o su carrera profesional. Los concursos de belleza son un ejemplo. Hace medio siglo la popular muñeca ‘Barbie’ representó a la mujer del momento, esbelta y con la moda elegante. Actualmente, menos exigente, adopta nuevas versiones de cómo debe ser la de hoy. Más modesta, pero sin dejar ser atractiva. Además, la ha invadido con una serie de productos y electrodomésticos,  generalmente diseñados para una poca duración.

Freddy, personalmente no cayó en aquellas tentaciones, pero sí a través de su hijo, al vestirlo con ropa ‘de marca’, inconscientemente en el consumismo, uno de los graves males impuestos por el sector empresarial en una época en las que las grandes trasnacionales compiten en una multimillonaria campaña de armas, poniendo en riesgo al género humano.

Ojalá que la caída del precio del petróleo nos obligue a consumir lo nuestro. Expresión del Buen Vivir. (O)

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