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El Telégrafo
Ximena Ortiz Crespo

Ser uno mismo

26 de febrero de 2022

Escucho últimamente a mis amistades hablar sobre cómo se sienten al vivir en una sociedad permeable que permite conexiones entre individuos diferentes a los que estaban acostumbradas a tratar. Eso es especialmente cierto en el mundo del trabajo en donde se mezclan personas de diferente educación, maneras de ser y de ver el mundo. En la sociedad en general grupos antes desvalorizados por su raza, etnia, género u orientación sexual exigen ser tratados con la misma estima social y el mismo respeto que cualquier otro grupo. Los estados atienden sus reivindicaciones adoptando constituciones y leyes que protegen sus derechos.

 

En medio de ese crisol que mezcla a las personas todos nos vemos obligados a adaptarnos e interactuar con individuos que piensan y sienten de forma diferente. La gente joven suele adoptar el lenguaje particular del grupo al que se adhiere, lo mismo que los gustos, la música y la ropa.

 

Algo parecido sucede con los adultos que prefieren esconder su individualidad en aras a no parecer diferentes, al punto de ellos también adoptar formas y maneras del medio en el que se desenvuelven. Cuántas veces nos ha sorprendido encontrar que amigos o familiares utilizan jergas tomadas de su entorno social. En el afán de pasar desapercibidas (o de no hacer enemistades), las personas contemporizan y se vuelven políticamente correctas. Tratan de que su identidad no se singularice. Quieren sentirse bien buscando la aprobación de los demás. Su bienestar depende de cómo otros los ven o los valoran.

 

Algunas personas que conozco me dicen que la vida actual ha cambiado los principios y los valores tradicionales. Al oír eso siento como que ellas mismas están dudando de las creencias que han sido característica de su esencia. Para mi manera de ver corren el riesgo de dejar de ser ellas mismas.

 

Ser diferente en donde nos desenvolvemos no debe sorprendernos ni inquietarnos, lo importante es superar el shock identitario y seguir siendo quienes somos. Tenemos que aprender a cuidar nuestra identidad, que es un tesoro formado a través de lo que nos inculcaron nuestros padres y maestros y lo que hemos escogido ser. Por ello no podemos diluirnos y perder nuestra personalidad, nuestros valores y nuestras formas de ver el mundo. Querer pertenecer puede traer resultados adversos: al mostrarnos suaves y conciliadores cedemos el espacio a otros, nos ponemos tensos, nuestra personalidad se disuelve, se esfuma. En ese afán de “ser parte de” vamos perdiendo nuestra esencia.

 

¿Por qué es tan importante proteger nuestra identidad y mantenerla? Porque nos hace únicos e irrepetibles. Pero, primero, debemos explorar quiénes somos, encontrar nuestros rasgos. Conocernos nos permite identificar nuestras fortalezas, adquirir mayor confianza en nosotros mismos y robustecer nuestro carácter. Por otra parte, saber quiénes somos y en qué creemos nos hace sentir cómodos además de hacemos más conscientes del lugar que ocupamos en nuestro entorno.

 

Permanecer fiel a uno mismo es clave. Para ello es necesario descansar de las redes sociales porque necesitamos desarrollar nuestra propia voz y es difícil hacerlo cuando estamos constantemente consumiendo los pensamientos y opiniones de otros. En esa búsqueda hay que hacer cosas que no requieran que otro te valide con un “me gusta” o un comentario. Establecer metas, hablar con amigos cercanos, escuchar podcasts inspiradores son formas de escoger y subrayar quiénes somos. Por eso los psicólogos dicen que es necesario hacer ejercicios de afirmación con los que desarrollar la intuición.

 

En resumen, busca conocerte a ti mismo. Eso se logra poniéndote a pensar, escribiendo un diario, preguntando a la familia sobre tu vida, haciendo memoria con las amistades, visitando la casa de tus padres, mirándote en el espejo de los cercanos.

 

Conociendo nuestros sentimientos, deseos, creencias y valores podemos mejorar nuestras vidas. Es necesario ser lo que uno es, sin compararse con los demás, sin desear ser como ellos. Es preciso encontrar nuestra propia voz y dar los pasos para forjar la vida que queremos tener. Nada es más poderoso que ser uno mismo en un mundo que quiere forzarte a que seas como los demás, especialmente cuando ser como todos no es nada interesante... en realidad, es muy aburrido.

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