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El Telégrafo
Ketty RomoLeroux G.

Sencillas reflexiones

10 de septiembre de 2015

Nuestro país, cuyo gobierno, por mandato constitucional persigue el bien común, está empeñado en crear condiciones propicias para la transición a una nueva sociedad. A una democracia participativa, creadora del hombre y la mujer nuevos, orientándolos al rescate de valores espirituales supremos, como la verdad, la honestidad, la justicia, la solidaridad.

En mayo de 2003 se celebró en Quito el encuentro internacional ‘El nuevo proyecto histórico’, con delegados y delegadas de algunos países latinoamericanos y europeos, para aunar esfuerzos en la lucha por un programa de liberación nacional y de transformación social en beneficio de las grandes mayorías. Basado en el ejercicio pleno de la democracia participativa y en la soberanía e identidad nacional. Así mismo, resolvió impulsar con urgencia el proyecto de la Patria Grande, por la que lucharon nuestros libertadores.

Fue el presidente venezolano Hugo Chávez el que, con su triunfo electoral en 1998, abrió el camino para el surgimiento de gobiernos progresistas en nuestra América del Sur. En los que, conforme a la diversidad económica-social-cultural de cada uno, han ido avanzando en sus respectivos procesos de cambio, cuya meta es la democracia participativa, también denominada Socialismo del Siglo XXI. Su impulsor: el pueblo, el poder popular, que llevará, indudablemente, muchos años en construirla, pero algún día se hará realidad.

Es en ese proceso de construcción donde se da la batalla de las ideas, como expresión de las clases sociales en conflicto.

Recordemos que el marxismo estableció científicamente que la lucha de clases es la dinámica de la historia. Y, es en ella donde, lógicamente, se produce lo que se conoce como la ‘batalla de las ideas’. Que el Gobierno cubano intensificó a raíz de la lucha convocada para lograr el regreso del niño Elián González al hogar de su padre. Considerándosela actualmente el arma política más poderosa.

Indudablemente, para lograr el tránsito a la democracia participativa se hace imprescindible la lucha frontal contra el sectarismo.

Actualmente, ningún hombre o mujer progresista en nuestro país puede desconocer que, en ocho años de gobierno, la Revolución Ciudadana no solo ha generado una estabilidad gubernamental, sino que ha respetado los derechos ciudadanos. Mejorado las condiciones de vida de los ecuatorianos en todos los aspectos. Disminuido la pobreza. Negarlo es caer en el sectarismo. Quienes lo adoptan se encierran en su estrecho cerebro, desvinculándose de los sectores populares. Terminan generalmente, en el dogmatismo, que es la negación de la concepción científica del desarrollo social.

Desde que fueron objetados los proyectos de leyes de la herencia y de plusvalía, favorables a los sectores medios y pobres de la sociedad, el Gobierno utiliza el diálogo a todo nivel. Un medio directo para contactarse con todos los estamentos sociales.

Ojalá que el paro y las marchas sirvan para tomar conciencia de que un cambio de modelo de gobierno requiere mucho tiempo y comprensión. (O)

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