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Melania Mora Witt

Saudade navideña

27 de diciembre de 2014

En el afán de medir el tiempo, los seres humanos tratamos de marcarlo, periodizándolo. Para millones de personas, diciembre marca el fin de una etapa, en la cual  la conmemoración navideña se une a la celebración del fin e inicio de un nuevo año. La costumbre ha constituido esas fechas como la oportunidad de reunir a familiares y seres queridos, para renovar lazos de afecto y esperanzas para el porvenir.

Al evocar épocas pasadas, surgen los recuerdos de la niñez cada vez más lejanos. Esa “numerosa familia que dejamos”, añorada por César Vallejo, existió para todos. Los rostros de abuelos, padres, tíos, hermanos, aparecen en la memoria, identificando la que fue, quizás, la época más feliz de nuestras vidas. En mi caso, asociados a Loja y su entorno de parientes y amigos, aquellos días retornan luminosos y alegres, despreocupados y tranquilos. Sin el consumismo voraz de hoy, los pequeños presentes que dábamos o recibíamos tenían el valor de la sinceridad y el afecto.

Después, al formar nuestro propio nido, la prioridad estuvo en los nuevos seres que trajimos a la vida. La conmemoración se hacía en función de sus ilusiones y esperanzas. Porque habíamos encontrado “en otros brazos ese calor de la perfecta compañía” de que hablaba el poeta Bernárdez y con ese apoyo afrontamos los buenos y malos momentos de la existencia. Poco a poco, y en forma inexorable, desaparecían de las reuniones familiares aquellos que dieron forma y sentido a nuestro camino. La llegada de los nietos marcó el inicio de la etapa definitoria en la que comienza el recuento de lo vivido y tomamos conciencia de que no estaremos en ese futuro que se abre para ellos.

Pese a las ausencias definitivas que enlutan el corazón, pervive el núcleo de familiares y amigos que vamos constituyendo al paso de los años y con ellos se mantiene el sentido de las primeras reuniones, cuyo encanto no desaparece. Junto a las relaciones que han perdurado a través del tiempo, están las nuevas que fuimos construyendo en distintos momentos y espacios geográficos. Nuestros horizontes se han ensanchado y enriquecido, por afinidades de pensamiento y acción, con personas que, sin importar en donde estén, forman parte de nuestra existencia, que sin ellos no sería la misma.

Finalmente, en medio de la nostalgia por lo que fue y se alejó definitivamente, pervive la conciencia de nuestra fortuna, por haber compartido nuestro camino con seres extraordinarios, por su bondad o inteligencia, que nos enseñaron a mantener la fe en los principios que nos han guiado a través de la vida para tratar de actuar en consecuencia. Quienes nos precedieron y los que todavía nos acompañan hicieron más leve y fácil el tránsito en este maravilloso mundo, que lo es, pese a todas las crueldades y desafueros que lo marcan diariamente.

En cada nueva Navidad están presentes todas las anteriores y por su magia nos visitan quienes se ausentaron al paso de los años. Y así, el regocijo y el dolor se entremezclan, mientras la vida continúa.

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