La trayectoria vital de Rodrigo Paz acumula luces y sombras, donde las primeras se imponen categóricamente.
Detrás suyo hay un legado magnífico, sobre todo institucional. Liga de Quito fue el primer club del país en tener complejo deportivo. Luego, a mediados de los años 90, quedó claro que ningún club puede llegar lejos sin estadio propio. Y ahí estuvo el legendario directivo para dar ambos pasos necesarios.
Sin complejo y sin estadio, alejada totalmente de la Universidad Central del Ecuador, Liga de Quito jamás habría llegado a la élite continental, lugar en el que no supo mantenerse. Es digno de analizar qué tan influyente fue el paulatino distanciamiento de Rodrigo Paz, producto del paso y el peso de los años, en esta discontinuidad de Liga.
El penúltimo dirigente patriarcal del fútbol ecuatoriano se fue con Rodrigo Paz. Nasib Neme es el último y, aparentemente, tendrá varios años más de vigencia. Esta raza directriz encarna, con tonalidades impuestas por el estilo propio de cada cual, la imposición de la experiencia y el talento por encima de las decisiones colegiadas.
¿Conviene ese estilo? Cada vez menos. Independiente Del Valle prueba que, más allá del nombre de Michel Deller, hay una estructura que precautela el manejo profesional por encima del personalismo.
Rodrigo Paz representa el olfato perfeccionado, la entrega por una causa. El fútbol ecuatoriano le debe mucho.