“No puede existir una revolución ciudadana si no tiene a la par una revolución cultural, porque una revolución no puede inventar artistas ni pensadores, pero está en la obligación de proporcionar las condiciones para que surjan”.
La cita es del presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Raúl Pérez Torres, en la presentación del libro ‘Bases y Estratagemas de la gestión de la cultura’ publicado en 2012 por Fabián Saltos Coloma, gestor cultural, quien aboga por los derechos culturales para el Buen Vivir.
El concepto de cultura implícito en la cita, que se contaría entre las más de 200 definiciones que el autor del libro menciona de tan complejo fenómeno que es la cultura, no es el tema de esta columna.
Lo que nos ocupa es aquello de la “obligación” de la revolución en relación a un cambio cultural.
Porque es difícil lograr que un pueblo permeado por antivalores neoliberales crea en sí mismo para ejercer el poder y establecer una democracia participativa, que sería la meta de una transformación social profunda; se requiere de una cultura que reemplace la actual caracterizada por el individualismo, la corrupción, la desigualdad, el modo de vida y de producción impuesto por el neoliberalismo y los colonialismos variopintos. Es mucho lo que hay por deconstruir, a la vez que van surgiendo condiciones para cimentar el cambio a una cultura solidaria.
La Revolución Ciudadana tiene a su haber su preocupación por la cultura, evidenciada en la Constitución de Montecristi de 2008. Bajo el título VII del Régimen del Buen Vivir, en los artículos 340 y siguientes trata de Cultura y garantiza el ejercicio pleno de los derechos culturales.
Además ha establecido un Sistema Nacional de Cultura, cuya finalidad, según el Art. 377, es fortalecer la identidad nacional; proteger y promover la diversidad de las expresiones culturales; incentivar la libre creación artística y la producción, difusión, distribución y disfrute de bienes y servicios culturales; y salvaguardar la memoria social y el patrimonio cultural.
Asimismo, el 15 de enero de 2007 el presidente Correa creó el Ministerio de Cultura y Patrimonio, encargado de las funciones que antes correspondían a la Subsecretaría de Cultura adscrita al entonces Ministerio de Educación y Cultura, y de la política cultural del Ecuador, con la finalidad de fortalecer el Sistema Nacional de Cultura.
Por lo demás, la Educación es el logro más importante de la Revolución Ciudadana, especialmente por los avances en el sector público, habiendo cumplido anticipadamente con el objetivo del milenio de universalizar la educación básica en el 2015, y cuadruplicado la inversión, logrando “transformar concepciones peregrinas de que lo público siempre es malo y lo privado mejor”.
Sin embargo, falta profundizar las medidas. Lo que requiere asignarle importancia al cambio de la matriz cultural, a la par, al menos, con la que se le da al cambio de la matriz productiva, si no mayor, pues esta en gran medida depende de aquella.