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El Telégrafo
Alfredo Vera

Revolución agropecuaria

29 de marzo de 2016 - 00:00

El drama universal de la falta de alimentos se podría resolver con unas pocas medidas que conduzcan a conseguir que los pueblos del Tercer Mundo los reciban a precios convenientes, bajo la protección de los organismos de los Estados que puedan garantizar para nutrientes positivos, y no como sucede ahora, que los grandes países explotadores que controlan los mercados impiden, por diversos métodos, que a los habitantes del Tercer Mundo les lleguen alimentos baratos y que a la vez sean nutritivos.

En países como Ecuador estaríamos en capacidad de producir ese tipo de alimentos y exportarlos a los países de África, Asia y Medio Oriente, sin intermediarios y que sus precios sean garantizados para el desarrollo de la humanidad.

Aquí, en Ecuador, en las zonas campesinas se podría cultivar productos alimentarios capaces de nutrir a una familia entera con una alimentación provechosa, transportados en barcos de grandes transnacionales obligadas a hacerlo a tarifas especiales y que en su redistribución a los habitantes no tengan recargos económicos que perjudiquen la posibilidad de acceder a ellos.

Las cooperativas agropecuarias deberían planificar una producción técnica que genere esta posibilidad: solo faltaría que los campesinos de una misma rama se agrupen y presenten un plan al Gobierno central para impulsar las posibilidades de aglutinamiento de cada producto; su embalaje, su transportación, su comercialización con organismos del Estado receptores de los productos y que ellos mismos se encarguen de su redistribución entre los integrantes de sus propios territorios.

Las experiencias de la estructura de cooperativas en el Ecuador han sido tan prolíferas que permitirían garantizar convenios de largo plazo como planes sustentables de beneficio para las partes: los ecuatorianos produciendo a precios razonables y los países consumidores adquiriendo los productos como una forma de ahuyentar la tragedia de la desnutrición.

Sin armas bélicas, estas políticas podrían disminuir el azote de la hambruna universal y crear una mejor oportunidad para los productores y para los consumidores.

En nuestro país los productores de banano, de palma africana y algunas variedades frutales y de legumbres han acumulado valiosas experiencias como para impulsar un proceso de esta naturaleza con el solo respaldo de los organismos especializados en la materia.

Los responsables gubernamentales requieren de buena voluntad y predisposición a trabajar en equipo para lograr éxitos en una tarea semejante.

Pero si esos funcionarios comienzan por sabotear el trabajo de los campesinos y sus organizaciones con cualquier pretexto, es obvio que no se llegará a un resultado positivo.

No es tarea de un periodista acusar a personas, pero sí es indispensable que las propias organizaciones campesinas denuncien a los obstaculizadores para que sean frenados en ese tipo de sabotaje.

Esta sería una formula prodigiosa para impulsar el cambio de la matriz productiva. (O)

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