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El Telégrafo
Xavier Villacís

Resistencia

20 de junio de 2019 - 00:00

Los seres humanos, como bien concluyó Ortega y Gasset, somos en gran medida producto de nuestras circunstancias. Esas vivencias, buenas y malas, determinan nuestro proceder.

Cuando se inician las clases en las aulas donde comparto con decenas de jóvenes, a manera de presentación les converso sobre el pensamiento del filósofo español; buscando, a través de sus ideas, llevarlos a superar cualquier mal ejemplo o adversidad que hayan enfrentado.

Como es conocido, las circunstancias no lo son todo y a nuestra personalidad confluye, en otra gran medida, nuestra genética conductual. Lo que Ortega y Gasset define como el “Yo”. Conducta hereditaria que, en caso de ser negativa, también se ha reconocido puede llegar a cambiar por medio de diferentes procesos.

Con esto, a los alumnos les evidencio que podemos construir lo que queramos de nuestras vidas cuando tomamos conciencia de nuestras motivaciones, de lo saludable o nocivo que finalmente resultan para nuestra existencia y la de los nuestros.

Sería excesivamente ingenuo asumir que, con base en compartir las ideas de uno que otro filósofo, la conducta de alguien va a cambiar así de fácil. Pero se hace la lucha, aun cuando nuestra sociedad está envuelta en un torbellino de inmoralidades, no se deja de luchar.

Quienes hacemos resistencia a ese torrente de ejemplos contrarios a la moral que conocemos, enfrentamos desde narcotelenovelas, ritmos degradantes y otros insumos culturales, donde los antivalores calan, más de las veces, mejor que cualquier charla, motivación o ejemplo de nuestra parte.

Sin contar el aporte de ciertos políticos. Más cuando hacen de la corrupción una regla sine qua non para obtener riqueza, la batalla por motivar a que los jóvenes le den la espalda a esa aspiración de vida resulta casi descomunal. Y ahora, cuando vemos cómo la política se ha vuelto incluso un asunto familiar a la hora de delinquir, donde el padre arrastra a su hijo o hija al fango de la inmoralidad, a más de uno, de quienes seguimos resistiendo, no nos faltan las ganas de apagar las luces y concluir esta lucha.

Pero nos detenemos y continuamos… (O)

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