Dejar de fumar, bajar de peso, hacer ejercicio, ser puntual. Durante los interminables eventos que tenemos en diciembre, estos son los propósitos más comunes que escuchamos a las personas repetir que anhelan cumplir desde el 1 de enero.
Las malas noticias son que menos del 10% de las personas cumplen con los propósitos de año nuevo. Durante todo el ajetreo, emotividad y alegría de diciembre, definimos nuestros propósitos con tal convencimiento que parecería que nos olvidamos que para cualquier reto existen adversidades.
La mayoría de personas se encuentran con obstáculos y prefieren desechar el propósito, prefieren pensar “qué mala suerte”, “qué desgracia”, o “era imposible”… o cualquier otra excusa que pueda justificar que no fuimos capaces de continuar con nuestros objetivos.
Pero no todo está perdido. La resiliencia es una cualidad que se enseña, se aprende y se va desarrollando con esfuerzo y conciencia como una disciplina. Es la capacidad de reconstruir y crecer sobre la adversidad.
Los seres resilientes encuentran fortaleza en reconocer que detrás de un sentimiento de derrota todavía existe la voluntad, el deseo y el poder de renovar y regenerar. También son seres que aceptan todo lo que vaya sucediendo en el proceso, incluyendo el tiempo que toma e incluso que no se verán cambios positivos enseguida. Como última característica, la resiliencia nos permite tener una actitud positiva y nos mantiene con expectativas positivas sobre lo que puede pasar y esto nos permite comprometernos más con el proceso.
Por todas estas razones, para nuestros propósitos de año nuevo y también para los momentos más dolorosos del año que viene, nos deseo mucha resiliencia. Que 2018 nos convierta en una sociedad que pueda renacer y regenerar sus principios y valores, en un país que puede reconstruirse sobre toda la adversidad que hemos enfrentado en los últimos años, en personas más positivas para comprometernos con nuestros sueños y objetivos.
¡Feliz y resiliente 2018! (O)