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En Quevedo al actual burgomaestre (tras la reelección) muchos lo tratan como a un leproso político al que empujan contra los oponentes en busca de infectarlos de su mal. Aunque revisando candidatos a concejales de otras listas surgen exasesores jurídicos de él junto a candidatos a la alcaldía que le trabajaron en ciertos temas, estos evitan referir aquello. Pero eso sí, casi todos tratan, muy en especial sus exasesores y uno de los postulantes a la alcaldía, de empujar la actual administración contra las dos únicas mujeres aspirantes al primer sillón municipal.
A ellas se les cuestiona, sobre todo, el voto de marzo de 2016 cuando se debatió la remoción del presente alcalde y votaron en contra, ambas en calidad de concejal. Desechando calumnias de judicializados individuos en ese delito, vale destacar que hasta la vez ni Contraloría ni Justicia sustentan informes y sentencias para una remoción, menos entonces el Concejo, en esa fecha, podía remover a nadie. Es de resaltar también que todo alcalde removido en el país, sin esos elementales sustentos, volvió al municipio del que salió.
En el caso de la recordada remoción, a más de fragilidades legales, afloraban en ella odios personales tomados de la mano con ambiciones y egoísmos desmedidos. Esto último, algo evidenciable en el entonces vicealcalde y su entorno, el cual antes del intento de remoción era el edil con mayores prebendas de la actual administración y después de ella, sus beneficios, en vez de mermar, se multiplicaron. Sin importarle el destino de quienes le secundaron, siguió acumulando réditos del alcalde que intentó remover.
Por ello, a criterio de muchos (me incluyo), fue válido hacer respetar la decisión electoral de 2014 y no prestarse para ambiciones divorciadas del interés colectivo. Ahora, en esta etapa, sí nos toca a los quevedeños tomar cuenta del error propio -en caso de así considerarlo- y fortalecer la democracia de manera directa el 24 de marzo, eligiendo candidatos que nos brinden la confianza de querer llegar al Municipio para servir realmente a la ciudad y no servirse de ella. (O)