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El Telégrafo
Antonio Quezada Pavón

Relativismo ético

14 de abril de 2016

Con mucha razón se sataniza a  los involucrados en los denominados ‘Panama Papers’ y a la cantidad de personas y empresas que han recurrido a conformar compañías offshore utilizando los oficiosos servicios del estudio jurídico Mossack Fonseca y Co. con sede en la ciudad de Panamá, alcance mundial y oficinas en Quito y Guayaquil. Ya están apareciendo los que han usado de su asesoría profesional para formar empresas, especialmente en los paraísos fiscales y defienden su decisión bajo la premisa de que no es ilegal, pero se olvidan de completar su argumento indicando si cumplen o no con los principios éticos o fueron simplemente diseñadas para burlar la ley y especialmente al fisco.

Debemos estar prevenidos para no caer en la idea de que todas nuestras preferencias están basadas en algún estándar absolutamente racional. No es así; muchas de nuestras prácticas son meramente peculiares a nuestra sociedad lo que nos induce hacia un relativismo cultural. Es necesario aprender a mantener la mente abierta  y de esa manera estar dispuestos a descubrir la verdad. Si hacemos énfasis en que nuestra visión moral refleja los prejuicios de nuestra sociedad, simplemente estamos apoyando la teoría de que nuestros sentimientos no son necesariamente percepciones de la verdad sino, más bien, el resultado de un condicionamiento cultural.

Cuando tomamos seriamente el significado del relativismo cultural, no hay posibilidad de admitir que las costumbres de otros grupos sociales son moralmente superiores a las nuestras, para de esa manera justificar cualquier tipo de práctica que tiene visos de clara inmoralidad, pero que la practican abiertamente en otros países y culturas a las cuales consideramos de ‘avanzada’. Nuestra decisión sobre lo que es correcto o equivocado no puede basarse únicamente en los estándares de otros núcleos sociales. Si a eso lo llamamos progreso moral, yo lo pondría en duda, pues eliminaríamos los principios mediante los cuales juzgamos lo conveniente para ser mejores y progresar.

Podría lucir atractivo y muy cosmopolita el mantener una posición pluralista y tolerante, pero hay que reconocer que esto nos lleva al relativismo ético y nos induciría a concluir que los valores éticos son solamente productos de la interacción personal y consecuencia de un relativismo cultural. Lamentablemente, esto nos ha llevado a aceptar posiciones que son mutuamente excluyentes y, por lo tanto, no pueden ser todas correctas. Y lo que es peor, a aceptar que no existen ‘verdades objetivas’ que lucen realmente como verdades. En ese relativismo convencional no hay sanción moral y todo es tolerado y rápidamente colapsa en un mero subjetivismo. Cada cual se fija su propio estándar moral.

Qué peligroso es este concepto de que nada es objetivamente correcto o equivocado y que la definición de bondad o maldad depende de la visión que prevalezca en un individuo en particular, cultura o período histórico. (O)

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