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El Telégrafo
Edwin Hidalgo

El pero de la reforma

08 de octubre de 2019 - 00:00

La semana anterior propuse una reforma ortográfica del español, aunque señalé que había un pero. Antes de describirlo, debo señalar que esa columna tuvo varios errores o gazapos. Como hay una polémica entre pedir u ofrecer disculpas, mejor les pido clemencia a mis lectores. Ahora vamos con la reforma.

Sería lindo reformar nuestra ortografía, para que sea más comprensible, especialmente entre los niños. Así no veríamos tantos errores ortográficos en las redes sociales, en los rótulos y hasta en una iglesia rural: “Dios mío, por qué meas abandonado” (por esa ortografía, hijito). Bueno, si reformamos la ortografía con criterio fonológico (según la pronunciación), perderíamos el contacto con otras lenguas.

Primero, el latín, que es la madre del español; luego las otras lenguas latinas, incluyendo a una no latina pero con muchos préstamos latinos: el inglés. Esto incluiría términos científicos y tecnológicos. Escribimos hoy televisión, aunque pronunciemos con B. Eso es malo para los niños que deben aprender una letra que se pronuncia diferente (V) o, peor aún, creer que hablan mal su propia lengua (algo absurdo, científicamente). Pero es bueno porque nos hace parte de la comunidad internacional.

Al principio, la ortografía del español usó más el criterio fonológico. Por eso tenemos gobierno, contra todas las demás lenguas latinas que usan V. Y por eso nunca debimos cambiar aquí la abreviatura “gov” por “gob” en las direcciones cibernéticas. Hasta 1700, se escribía y se pronunciaba “do-tor”, refiriéndose al docto en una profesión. En 1713 se funda la Real Academia de la Lengua Española, empieza a aplicarse un criterio etimológico y obliga a escribir “doc-tor”, aunque se sigue pronunciando “do-tor”.

En pocos años, todos pronuncian “doc-tor”. Y las palabras científicas que llegan de lenguas más cultas, francés e inglés, se escriben como en latín, en lo posible. Ciertas palabras antiguas del español conservan su ortografía fonológica: gobierno, boda (que viene de voto o promesa). (O)

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