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El Telégrafo
Roberto Follari (*)

Rearticular pueblo con gobierno

26 de junio de 2015

En momentos en que desestabilizadores quieren poner zozobra no solo contra gobiernos sino contra la democracia misma en más de un país latinoamericano (hoy Brasil y Ecuador, hace poco Argentina y Venezuela), no es menor lo que hay que repensar dentro de esos gobiernos, que han logrado en todos los casos mejorar la condición de vida de sus sectores sociales populares.

Siempre hay cuestiones que repensar y mejorar en la acción política y en la gestión de gobierno, si bien no en el sentido que lo marcan algunas oposiciones políticas enconadas. Estas  generalmente no quieren mejorar la actividad gubernativa, sino tirarla abajo, modificar su línea general hacia otra, previsiblemente más cercana a la dependencia económica y geopolítica respecto de las directivas de la gran potencia del Norte, que conllevaría el consabido resultado de desprotección y miseria para los sectores sociales más vulnerables.

Pero es cierto que dentro de la tónica gubernativa de defensa de lo popular, cabe mejorar comportamientos. No caer en las provocaciones y agresiones, pues si se las replica, se da pretextos que los medios opositores suelen expandir. No creer que el líder es quien siempre debe intervenir, o que él es infalible; aun el mejor de los liderazgos debe dejar espacio a la iniciativa y a la parcial autonomía de los dirigentes intermedios. Y por cierto que es decisivo recuperar la relación de estos gobiernos con la sociedad civil, con los movimientos sociales que antes los apoyaron y ahora no lo hacen, e incluso con los que nunca los apoyaron.

Nada peor que el repliegue y el encierro ante las ofensivas desestabilizadoras; una organización que quiere ser popular y se autosatisface en su propio discurso y sus propias excusas no es capaz de abrir espacios a futuro, tiende al agotamiento y la repetición de repertorios.

Un monumental esfuerzo de multiplicación de acciones, de exigencia de rendición de cuentas a funcionarios y militantes, de apertura a la diferencia y de convocatoria plural -siempre dentro de los sectores y movimientos populares- se hace necesario en estos casos. Un ‘baño de humildad’, como pide la presidenta argentina, resulta ciertamente perentorio. Abrir puertas, ampliar espacios, sostener la tensión y amistad con los que apuntan hacia el mismo lado, pero no coinciden en todo. La defensa de la democracia, e incluso la de las conquistas populares, requieren sin dudas de un gobierno, pero tienen como protagonista principal al pueblo todo, concebido como el espacio de agregación de voluntad colectiva de todos los sectores sociales subordinados.

Ese pueblo es siempre el protagonista principal, así como la fuente de legitimidad política de cualquier partido o movimiento reivindicatorio de las grandes mayorías; es aquel al cual debe convocarse y empoderarse como sujeto irrenunciable de su propio destino, a la vez que como dique contra cualquier voluntad antidemocrática y antipopular que busque erigirse en nuestros países latinoamericanos. (O)

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