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Un lema de guía para la vida es aquel que menciona la necesidad de razonar antes de reaccionar, pero en nuestro medio la gente está acostumbrada a reaccionar sin más, y es a todo nivel.
Por ejemplo, el presidente Correa no razona, reacciona, cuando ante la mala seña de cualquier malcriado sale por sus fueros en media calle. Es una reacción peligrosa, incluso para él, para su integridad física y personal. Si razonara, comprendería que no merece la pena tanto escándalo por un patán cualquiera.
Reacciona cuando se hiere por los dibujos de los caricaturistas, cuando no se ahorra un epíteto ofensivo, cuando ironiza sin necesidad. Y reacciona cuando, desde sus creencias personales, ignora las consecuencias de una legislación conservadora en asuntos de salud sexual y reproductiva.
Pero no es el único. En el tema de las herencias, se vio que casi nadie razona, y todo el mundo reacciona. Se corrió la bola de que “Correa va a poner un impuesto a las herencias” y se armó un zafarrancho digno de mejor causa. Las madres viudas lloraron porque tenían que “regalar el fruto de toda una vida de trabajo al Estado”, gente que no tenía un quinto salió a la Shyris, por la poderosísima razón del ‘porsiacaso’. Las redes sociales estallaron en ‘memes’ y ‘posts’ repletos de odio. Hay quien habla de linchar al Presidente y quemar Carondelet (¿les recuerda a algo?). La pregunta es: Antes de semejante barahúnda, ¿alguien averiguó de lo que se trataba?
El impuesto a las herencias existe desde 1921. La reforma propuesta afecta a un poco más del 2% de los ecuatorianos. Y por otro lado, ninguno de los desestabilizadores ha pensado hasta la fecha en las nefastas consecuencias que traería en este momento una desestabilización tan grande y violenta. Lo que quieren es que no les cobren el impuesto a la herencia. No importa si no heredan.
Y es precisamente de eso de lo que se aprovechan otros que sí razonan, lamentablemente para mal. Porque saben que la irreflexividad de nuestra gente es tierra fértil para el pánico y la inquina. Porque conocen cómo nuestro pueblo se pone ante cualquier rumor. Porque están conscientes, ellos sí, de lo que un chisme mal contado ocasiona en mentes no acostumbradas a medir las consecuencias antes de lanzarse a las calles a gritar a favor de los que están en contra y en contra de los que están a favor. A nadie le importa si la consecuencia trae de vuelta un pasado ominoso o el baño de sangre anhelado por más de un opositor. Porque precisamente eso es lo que están buscando. (O)