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El Telégrafo
Juan Montaño Escobar

‘Raza y clase’

22 de abril de 2015 - 00:00

No hay fecha de caducidad para el racismo, al menos el que se expresa contra la población negra de las Américas. La historia del antirracismo institucional americano es breve, más aún si se la compara con los más de quinientos años de formación y consolidación. Salvo las autoridades de la República Dominicana, ningún Gobierno americano se atreve a negarlo, pero hasta ahí. Las acciones antirracistas las dirigen oficinas voluntariosas y expertas en esquivar obstáculos, sus efectos limitados no alcanzan para desguañangar la estructura ideológica sostenida por sistemas educativos, cotidianidad social e historia (no solo como un recuento de hechos temporales).

Liberales y socialistas nos la pensamos por el lado de las carencias materiales en las acciones afirmativas, buena respuesta para revertir carencias prolongadas y sostener un mensaje reivindicativo entre Gobierno y organizaciones negras. Siendo así no es suficiente, porque el principio fundamental del Estado es garantizar derechos y justicia social de su ciudadanía. El nuestro avanza más, se declara “intercultural y plurinacional”, dos palabras estratégicas para ponerle fecha de caducidad al racismo. Entiéndase: el racismo contra la gente negra no es un problema moral, cosa de gente mala o desinformada. Tampoco el racismo es consustancial con los seres humanos, entendido al revés es el pretexto fácil para justificar la inacción institucional y social.

Álex Callinicos, en su escrito titulado ‘Raza y clase’, folleto publicado por En Lucha, en mayo de 1996, define al racismo como una “novedad histórica, característica de las sociedades capitalistas modernas”. Aunque esta consideración teórica marxista está validada por cantidad de estudios, es incompleta: el racismo persistirá más allá del bienestar material. ¿Por qué? Porque se trabajó con la razón de las personas y ese trabajo, por inercia gubernamental o por lo que sea, continúa en los sistemas educativos de los países de las Américas. La pedagogía maldita, disimulada o sincerada, aún se concentra en el color de la piel y en el sartal antropológico de falsedades inventadas con ese propósito. Antes y ahora estas invenciones consagran ventajas amplias o mínimas para determinado grupo social en el acceso a la riqueza nacional. Que nadie se meta en algún laberinto moral: no se trata de buenos y malos, es supremacía de cierta clase social inducida por conceptos de inferioridad, minoría e insignificancia las otras.

El movimiento político afroecuatoriano insiste en que la batalla principal y decisiva debería librarse en la mente de la niñez ecuatoriana mediante la reforma al sistema educativo para incorporar la bendita interculturalidad. La extraordinaria inversión en edificaciones del gobierno de la Revolución Ciudadana sería insuficiente, el concepto de Buen Vivir sería un extraño par de palabras si no se acelera la visibilización cultural, histórica, política y social del Pueblo Negro del Ecuador y de las Américas. Axê. (O)

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