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El Telégrafo
Xavier Lasso

Rancia derecha

09 de enero de 2018

¿Por qué la derecha más rancia de nuestro país exige, a este gobierno, pronunciamientos políticos a su favor? ¿Por qué ha querido apropiarse de la consulta popular?

El diálogo promovido por el gobierno de Lenín Moreno ha sido mal interpretado por algunos sectores, tanto que pretendieron una vicepresidenta de su línea. Quizá ya sea hora de fijar con mayor nitidez y fuerza de carácter los límites de esas conversaciones que, parece, se van agotando y cambiarlas por fuerzas políticas que sean capaces de sustentar los contenidos del programa del proyecto en el poder.

La derecha, cuyo volumen mayor reside en Guayaquil, no dialoga. Poco a poco va quedando claro que su intención es la imposición. Poco a poco irá sacando las uñas y volverá a los chantajes, como lo hizo antes, como lo ha hecho desde siempre. No era boicot el escepticismo de algunos sectores frente a la mesa que se suponía tendría la capacidad de convocar a todos, incluida esa derecha arrogante y prepotente, de rostro deformado por la codicia. Era lectura política, era coherencia frente a la historia, suma de acontecimientos que nos ha enseñado siempre que, sin buena fe, el diálogo quema tiempo, agota a la gente y hace perder los mejores momentos al nuevo gobierno. La derecha ha estado agazapada a la espera de la mejor oportunidad que, dicen, llegará casi sola para imponer en Ecuador el plan restaurador, sin máscaras, y estar a tono con lo que pasa en Brasil, en Argentina. La derecha va a usar todo su poder mediático para seguir estrechando el escenario y pronto desvelar sus verdaderas intenciones: cooptar a Moreno, llevarlo a su redil, suspender los programas sociales para que deje de apostar por los pobres. Mandatario que no es capaz de mirar primero a los más desprotegidos, que no es capaz de mitigar las brutales desigualdades que nos caracterizan, no merece el poder, me decía, el otro día, un cura. Por eso, y si la consulta en parte les pertenece, debemos sospechar en -por lo menos- tres preguntas: la del consejo de participación; la de plusvalía y la de la reelección. Ante esa sospecha y como ejercicio político mínimo hay que decir No, porque no está clara la intención de esas preguntas, no está claro quién las propuso.

Así las cosas, y con la esperanza firme de que el proyecto actual es la continuación de lo que la gente quiso en las urnas: profundización de la Revolución Ciudadana, hay que invocar a la inteligencia de los dirigentes para que el desangre interno llegue a su fin, para que la política, a pesar de las diferencias -algunas lucen anecdóticas, como las bromas de mal gusto-, se imponga. Todo un pueblo y su tenacidad diaria claman coherencia. (O)

 

 

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