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El Telégrafo
Rodolfo Bueno

Querer es poder

29 de diciembre de 2014

Con el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y EE.UU., además de que también se amplía el intercambio comercial y financiero, se rompen 53 años de una política que pudo ser evitada por parte de todos los gobernantes que llegaron a la Casa Blanca. Es indudable que se trata de un acto valiente por parte del presidente Obama, pero, más que nada, se trata de un acto realista que reconoce el fracaso de la política de imponer a pueblos soberanos la voluntad imperial mediante sanciones y resoluciones que dejan maltrecho el derecho internacional.

No se debe señalar vencedor al Gobierno de Cuba ni vencido al Gobierno de EE.UU., porque la única vencedora real es la razón y los únicos vencidos son la intolerancia, la prepotencia, la falta de diálogo, el golpear con palo de ciegos y la arbitrariedad, políticas condenadas al fracaso desde su mismo inicio y que ojalá sean desterradas para siempre de la arena mundial.

Todos pusieron su grano de arena en este satisfactorio suceso, pero Francisco, el sumo pontífice, fue factor fundamental en la consecución de este noble propósito cuando interpuso sus buenos oficios que permitieron resolver las divergencias respecto a la liberación de los prisioneros. Se apoyó en la gran autoridad moral que posee ante ambas partes y en su manifiesta voluntad expresada durante la visita al Vaticano del presidente Obama en marzo del presente año; también colaboraron los gobernantes de buena voluntad, unos más, otros menos, ya que todos hicieron algo. Pero lo más importante, la solidaridad de todos los pueblos del mundo para con la nación cubana, tal vez por sentirla agredida y valiente o por rechazo a la política del gran garrote que intentan imponer al mundo los sectores más agresivos de EE.UU.

Lo que pasó era esperado, lo presagiaba el saludo del presidente Obama con el presidente Raúl Castro durante las exequias de Nelson Mandela, transmitidas al mundo por la televisión. Rumores iban y venían hasta que la buena noticia estalló, Cuba liberaba por razones humanitarias a Alan Gross, contratista de la Usaid arrestado y acusado de violar las leyes cubanas, lo que permitía vaticinar que también serían liberados los tres cubanos que faltaban de liberar del grupo los cinco agentes que intentaron prevenir y detener atentados terroristas contra Cuba.

Más vale tarde que nunca y era hora de hacer lo que, poco después de su llegada a la Casa Blanca, el presidente Obama ofreciera: buscar un nuevo inicio con Cuba. Algo que, tal vez, le ameritara el Premio Nobel de Paz. También es hora de levantar el asfixiante bloqueo que afecta en lo fundamental a la población civil de la isla. Basta pensar en las inmensas posibilidades que se abren para los hijos y nietos de los cubanos que hoy viven en EE.UU. luego de que sus progenitores huyeran de Cuba por divergencias de diversa índole con el gobierno revolucionario de la isla. Son las personas que mejor estuvieron preparadas y que durante el exilio se prepararon más aún, por lo que su aporte al desarrollo de todo el pueblo cubano va a ser importante.

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