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El Telégrafo
Antonio Quezada Pavón

¿Qué le preocupa al papa Francisco?

16 de julio de 2015 - 00:00

“La riqueza de la vida está en la diversidad, por lo que el punto de partida no puede ser: ‘Voy a dialogar, pero aquel está equivocado’. No, no podemos presumir que el otro está equivocado (...), es un ida y vuelta, pero con el corazón abierto con presunciones de que el otro está equivocado, mejor irse a casa y no intentar un diálogo”. Y agregó que dialogar no es negociar, pues negociar es buscar “sacar la propia tajada, si vas con esa intención, no pierdas tiempo”. Con estas palabras termina su visita el papa Francisco a Ecuador, Bolivia y Paraguay.

Así mismo, el 28 de julio de 2013, en el vuelo de retorno de Río de Janeiro a Roma, habló por 80 minutos con los periodistas y en referencia a una pregunta sobre los religiosos homosexuales, declaró que el problema no era una persona gay en búsqueda de Dios, pero sí de un ‘gay lobby’ empujando una agenda y añadió que un cabildeo gay o un cabildeo masónico constituían el más serio problema para él. El papa Francisco dijo: “En estas situaciones, es importante distinguir entre una persona gay y un cabildeo gay, porque hacer cabildeo nunca es bueno. Si una persona gay es una persona de buena voluntad que busca a Dios, ¿quién soy yo para juzgar? El catecismo de la Iglesia explica esto en forma muy hermosa. Y aclara que los homosexuales no deben ser marginados”. Y enseguida añadió: “El problema no es tener esta orientación (homosexual). No, debemos ser hermanos. El problema es cabildear para esta orientación, o cabildear por codicia, cabildeos políticos, cabildeos masónicos, tantos cabildeos. Este es el más serio problema para mí. Y muy agradecido por esa pregunta”.

Parecería que, para Francisco, ser homosexual, político o francmasón no es un problema si las personas con esas tendencias están haciendo lo moralmente correcto y buscan a Dios de acuerdo a sus designios y a la doctrina de la Iglesia. El problema está en aquellos que cabildean o promueven una agenda pro-gay, de la misma manera de aquellos cabildeos para presionar un tema político o cuando los francmasones cabildean su agenda.

Los católicos están  prohibidos de unirse a las organizaciones masónicas y se supone que aquellos que lo hacen, caen en grave pecado y podrían ser excomulgados. Esto no se establece para los gays o los políticos. Y a pesar de que el Concilio Vaticano II anuló este castigo; el entonces cardenal Ratzinger (papa emérito Benedicto XVI) explicó en 1983 que “los principios masónicos han sido considerados irreconciliables con la doctrina de la Iglesia y, en consecuencia, la pertenencia a la masonería sigue prohibida”.

Esta controversia es muy antigua y se inició en los principios de la francmasonería moderna en 1738. El papa León XII, en 1884, en su encíclica ‘Humanum Genus’ dijo: “Como nuestros predecesores lo repitieron muchas veces, ningún hombre puede pensar que por ninguna razón podría asociarse a una secta masónica, si él valora su nombre católico y su eterna salvación, como debería hacerlo”.

Parece que los masones no son agradables para los papas y para la Iglesia, pero aspiro a que el mensaje de Francisco desde Paraguay: “La creación de esta riqueza debe estar siempre en función del bien común, de todos y no de unos pocos”, que manda abolir la exclusión y de promover un mundo inclusivo, se aplique también a los que vivimos entre la escuadra y el compás que somos hombres libres y de buenas costumbres, en búsqueda de la igualdad y la fraternidad. (O)

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