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El Telégrafo
*Fernando Falconí Calles

¡Qué envidia! (I)

02 de mayo de 2014

En Ecuador, los partidos y movimientos que hacen oposición no son propositivos. Prueba de ello es que, hasta la presente fecha, no han presentado al país un plan de gobierno que supere lo alcanzado por la Revolución Ciudadana en sus siete años de gestión. Es más: han delegado la tarea de oposición política a los medios de comunicación privados. Como consecuencia, estas empresas audiovisuales maximizan los errores y ocultan los aciertos del Gobierno.

En varios países de América y de Europa, la exitosa gestión política, económica y social del gobierno de la Revolución Ciudadana es motivo de estudios muy serios en centros académicos y al interior de varias organizaciones políticas. Como reconocimiento a esta labor, el presidente Rafael Correa ha recibido algunos doctorados honoris causa. El último lo concedió la Universidad de Barcelona por “el diseño de programas educativos ambiciosos y la reducción de las desigualdades durante su mandato”. Sin embargo, para los medios ‘libres e independientes’ criollos estos asuntos no tienen mucha importancia.

Como una muestra de ‘sana envidia’, conozcamos -amables lectoras y lectores- un editorial de la revista colombiana Dinero, que fue publicado el 22 de enero de 2014, cuyo título es: ‘¡Qué envidia!’. El texto es el siguiente: “Durante una semana, un equipo periodístico de la revista Dinero viajó al Ecuador. Tres reporteros y un fotógrafo se dieron a la tarea de recorrer esa nación que ha logrado una profunda transformación, desconocida para la mayoría de colombianos. Fue una extensa jornada de viajes, entrevistas e investigación que sirvió para apreciar lo que se vive allí: un renovado ambiente de optimismo y confianza hacia el futuro, motivado por unos impresionantes avances en infraestructura y educación.

Después de hablar extensamente con actores del Gobierno y los distintos sectores, pocos dudan en señalar como artífice del milagro al presidente de la República, Rafael Correa. Con una enorme determinación, Correa le devolvió la estabilidad política a un país que tuvo siete presidentes en diez años, logró la estabilidad económica y, lo más importante de todo, llevó a los ecuatorianos a recuperar su autoestima.

Hoy, los ecuatorianos ya no sienten envidia de los colombianos. Están orgullosos de tener un país que cuenta con autopistas, aeropuertos, hospitales, colegios y universidades que se parecen más a los de Suiza que a los de sus vecinos de América Latina. El crecimiento promedio de la economía ha bordeado el 5% durante los últimos cinco años, gracias a una inversión pública sin antecedentes y a un recaudo tributario que se ha triplicado en el mismo lapso.

La mayor virtud de Correa es su enorme pragmatismo. Tiene las prioridades claras y no se enreda en discusiones con grupos ambientalistas, ni sindicatos de maestros ni ningún otro grupo de interés. Toma decisiones, aunque ellas generen escozor en ciertos sectores, con la premisa de buscar siempre el bien general por encima del individual (…)”.

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