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El Telégrafo
Antonio Quezada Pavón

Que Dios se los pague

28 de abril de 2016

“Dios pagará a cada uno según lo que han hecho”, dice la Biblia en Romanos 2:6 y se ha transformado en una forma de agradecimiento profundo que la usamos muchos ecuatorianos que, siendo ciudadanos de un estado aconfesional, suena a incongruencia. Sin embargo, cuando cada una de nuestras fibras humanas vibra con gratitud hacia aquellos seres que desinteresadamente se unieron en una misión de solidaridad y generosidad hacia nuestros damnificados del terrible terremoto que acabamos de sufrir, el decir “Que Dios se los pague” es una invocación a lo superior, pues reconocemos que nosotros no lo podríamos hacer adecuadamente.

Ha sido una semana tenebrosa, como muy pocas hemos tenido en nuestro país: cientos de fallecidos, miles de heridos y muchos más damnificados, pueblos enteros que prácticamente han desaparecido y ahora enfrentamos la realidad de reconstruir. Pero no puedo dejar pasar más tiempo para expresar mi profunda gratitud, y creo que es la de todo el pueblo de mi nación, en primer lugar al entusiasmo con el que respondimos al llamado de ayuda a nuestros hermanos agobiados por el dolor. No sé realmente dónde se inició esta ferviente recolección de muchísimos elementos vitales para nuestra gente de Manabí y Esmeraldas. Pudo ser la iniciativa de una joven activista de los derechos humanos en Guayaquil que movió inmediatamente el fervor solidario de mis conciudadanos y movilizó grandes cantidades de vituallas y medicinas horas después de la tragedia; o tal vez el grupo religioso de oración que cambió  sus plegarias por largas horas de acción benefactora; o los chicos de colegio y universidad que no solamente recolectaban y clasificaban lo que la gente donaba, sino que ingenuamente y sin ningún adiestramiento se ofrecieron de voluntarios. No lo sé y no importa dónde y quién lo inició, pero que Dios se los pague.

La ciencia dice que la gente agradecida es típicamente una gente feliz. Ser agradecidos nos hace más optimistas y reduce la negatividad. Y esa es una gran razón para hacer que nuestros actos de gratitud se conviertan en un hábito diario. Y es que nos van a faltar días para agradecer a los socorristas y bomberos, hombres y mujeres de todos los confines de la nación y del mundo que estuvieron a riesgo de su vida, arranchando a la muerte muchas víctimas que felizmente se salvaron. Y también tuvieron la ingrata tarea de devolver los cadáveres a sus seres queridos. Cada vida que rescataron es una deuda que nunca podremos saldarla, solamente decirles: Que Dios se los pague.

Los países hermanos de todas las Américas y de los cinco continentes de esta Patria Grande se hicieron presentes con cuantiosas ayudas de todo tipo para las zonas de desastre, y más aún, se han comprometido en apoyar nuestro proceso de reconstrucción que realmente es la más importante y costosa tarea que tenemos por delante. No interesa qué religión profesan y aun si son definitivamente ateos o agnósticos, pero desde nuestra alma sale un muy ecuatoriano que Dios se los pague.

Desearía que por lo menos una vez al día los ecuatorianos pensemos por qué y a quién debemos estar agradecidos. Si empezamos por priorizar la gratitud, reconoceremos que las cosas que más apreciamos pasan a segundo plano. Por mi parte y desde mi humilde columna, Dios les pague a mis compatriotas por haberme hecho sentir tan orgulloso de ser ecuatoriano. (O)

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