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El Telégrafo
Carlos Silva Koppel

En Posorja se mató a la razón

22 de octubre de 2018

En épocas precolombinas, una sabia llamada Po-sor-já (Espuma de Mar), llegaba a las costas de la parroquia que heredó su nombre. Esta profetisa anunció que los españoles llegarían y con ellos la muerte de Atahualpa. El jíbaro furibundo en seguida ordenó la muerte de la deidad y esta al enterarse se retiró al mar para fundirse con él.

Los tiempos que siguieron no fueron mejores, no porque sigamos siendo jíbaros, porque quienes no lo son y carecen de razón, también obraron y obran con violencia. Al parecer la razón se fue para siempre, como si hubiera sido asesinada.

Conocer lo nuestro es bonito. Los ecuatorianos nos hemos acostumbrado a disfrazar a la falta de educación, a la pobreza, a la ignorancia de los pueblos, a su explotación, con tradición, folclor y cultura, para formarnos en la única asignatura importante: la adoración de amos que se presentan en las formas de políticos, mafias e ideologías.

La violencia colectiva no es como se cree, la disolución de la individualidad en la masa. La volición de cada actor se encuentra presente, pero resguardada en la confusión de la turba.

La violencia en un grupo social puede estar latente, ya sea por las desigualdades sociales, el olvido del Estado hacia la población dejándola en las garras de redes traficantes de drogas o dedicadas a la trata de personas, y por la corrupción de los gobiernos locales. Es el abandono que deja intacto el “folclor”.

Al unísono de “¡El pueblo unido jamás será vencido!” y “¡Viva Posorja!”, lo más marginado de nuestra sociedad indignada, liquidaba a tres personas a vista y paciencia de todo el Ecuador, y principalmente frente a la ineptitud de la autoridad, por un presunto secuestro del que se ha dicho fue un rumor. Y aunque lo que se rumoraba hubiera sido cierto, ¿se cree en los sistemas de justicia?

La negligencia frente a esta eventualidad fue muy similar al caso nefasto ocurrido en Valle del Chota.

Por último: repudiable el aplauso y apoyo de la brutalidad por parte del circo de la turba virtual. (O)  

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