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El Telégrafo
Ramiro Díez

HISTORIAS DE LA VIDA Y DEL AJEDREZ

¿Por qué mataron a mi papá y a mi mamá?

19 de mayo de 2016 - 00:00

Robert Meeropol (su apellido original era Rosenberg) y su hija Jennifer, dirigen una fundación que protege a los niños hijos de activistas de derechos humanos. Robert no ha podido olvidar, desde hace más de 63 años, cuando mataron a su padre y a su madre, y él tenía apenas seis años. Su madre, Ethel,  de vocación artística, era de familia pobre pero muy culta. El padre era Julius Rosenberg, ingeniero del Ejército de los EE.UU. Ambos, judíos nacidos en  New York, y, desde jóvenes, miembros del Partido Comunista de los EE.UU. 

En la época más caliente de la guerra fría, y con la cacería de brujas de McCarthy, todo podía suceder: Los EE.UU descubrieron secretos nucleares filtrados a la Unión Soviética.  Era de temerse porque más de un científico simpatizaba con la izquierda. Tendidas las trampas por la contrainteligencia, cayó el sargento David Greenglass, hermano de Ethel, y confesó haber entregado información a los rusos. Enseguida, el FBI dijo que Greenglass había acusado a su propia hermana y a Julius, su esposo.

El delito era serio: los podía esperar la pena de muerte.  Y así fue. Después de un juicio en el que no había escapatoria, con una opinión pública inmersa en la histeria anticomunista, los esposos Rosenberg fueron a la silla eléctrica. En las afueras del lugar donde electrocutarían a la pareja, una turba enloquecida y burlona celebraba, mientras los pocos atrevidos que se oponían a la muerte eran abucheados y recibían gritos de “¡Váyanse a Rusia, traidores!”

El presidente Eisenhower se negó conmutar la pena, y declaró: “El crimen de la pareja es horrendo. Me mantengo al margen”. En dos palabras, la muerte.

Julius, el esposo, recibió una sola descarga fatal. Ethel, más frágil y pequeña, para sorpresa de sus verdugos, resistió tres descargas antes de fallecer. “Estas sillas están hechas para gente grande…esa es la razón de la falla”, dijo el comisario, mientras la televisión inventaba chismes y chistes, hacía mofa del acontecimiento y exigía cuentas al fabricante de la silla eléctrica.

Los esposos Rosenberg han sido los únicos ciudadanos norteamericanos muertos bajo la ley de espionaje. El hermano de Ethel, David Greenglass, tras diez años en prisión contó la verdad: La acusaciones fueron forjadas por el FBI. Papeles desclasificados del gobierno norteamericano señalan que Julius ignoraba el proyecto nuclear. Y una testigo dijo que las últimas palabras de Ethel, antes de la primera descarga fueron: “Todavía no creo que vaya a morir. Ellos saben que soy inocente.”

En ajedrez también hay muertes dolorosas pero, a diferencia de la vida, nunca injusticias.

                                         1: P6D y el negro tiene que abandonar por P7D, imparable.

Izq: Robert, el hijo de los Rosenberg, con su hija Jennifer. Der: Los Rosenberg, en un beso final, camino al juicio que los llevaría a la silla eléctrica.
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