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Medio mundo habla y opina sobre la crisis política que afecta a Venezuela, nutriéndose de las informaciones que circulan en los medios amarillos que recogen y difunden, instigados por la ultraderecha fascista, que no tiene escrúpulos en mentir descaradamente falseando fotos e imágenes de videos de otros lugares y de otros acontecimientos.
Maduro ganó las elecciones presidenciales y el respaldo a su régimen fue ratificado en las elecciones seccionales de Venezuela.
Los opositores, que no se allanan a la derrota, saben que, si se hiciera un referéndum, el Gobierno volvería a ganar y los fascistas se quedarían sin piso.
Cierto que hay un sector fuerte de oposición, pero es más débil que las fuerzas que apoyan el proceso socialista y el único camino viable es el de la convivencia pacífica y sin violencia.
Pero tienen todos que empezar por no mentir, por no calumniar, por no difamar. Esto es duro y difícil demandarlo, pero no queda otra alternativa.
Y tiene que haber castigo para los actos criminales, vengan de cualesquiera de los dos bandos, no puede admitirse la impunidad, donde quiera que se encuentre.
El gobierno de Maduro responde por la postura oficial, ¿pero quién responde por las actitudes atrabiliarias de la oposición?
Muy altruista y positiva la oferta de mediación del presidente uruguayo Mujica, que puede ser ampliada con la presencia de Lula, para que juntos se sienten a dialogar a los dos bandos y restablecer la armonía civilizada para cualquier salida racional, que contaría con el apoyo de Unasur: una acción concertada por la paz del continente.
Esa concreción sentaría un precedente histórico que ahuyentaría las perversas soluciones de los golpes de Estado o, lo que es peor aún, las criminales sugerencias de posibles invasiones de tropas y mercenarios extranjeros, como acaba de suceder en Siria, con una brutal cacería humana, que no termina.
La Celac y Unasur tienen que asumir con frontalidad la defensa de la integración continental a partir de la pacificación de Venezuela sobre la base de la verdad, sin admitir mentiras y adoptando decisiones equilibradas y llenas de justicia.
La Patria Grande latinoamericana está llamada a dar un ejemplo creativo e histórico que sirva de mira a la humanidad entera, valorando la paz y la verdad, desechando las mentiras.