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El Telégrafo
Roberto Follari (*)

Policía brava se amotina en Nueva York

09 de enero de 2015

Asumamos que las policías pocas veces se acostumbran a recibir órdenes civiles, sobre todo si estas privilegian el respeto por los derechos humanos y las garantías individuales. Así, asistimos hoy a la vergonzosa ‘huelga encubierta’ de la mayoría de los agentes policiales neoyorquinos, quienes pretenden que inequívocamente se los justifique tras las muertes de dos policías a manos de un hombre de etnia negra, que tras matarlos se suicidó.

El crimen de los policías en ningún caso es justificable, pero sí resulta explicable: surge luego de dos muertes de personas de color a manos de la Policía, una de ellas en Nueva York y por asfixia. Las protestas raciales luego se sucedieron por todo Estados Unidos, dada la obvia brutalidad y gratuidad de la violencia policial empleada, y de la facilidad con que puede agredirse a otros cuando se tienen las armas en la mano. Para colmo, luego el jurado decidió no levantar cargos contra los homicidas.

La desesperada represalia del suicida negro estuvo motivada por esa previa acción policial, fue una retaliación. La responsabilidad policial sobre toda la situación no puede disimularse ni ser minimizada.

El alcalde Bill de Blasio es el hombre más progresista que ha llegado a la alcaldía neoyorquina en décadas. Tiene un hijo negro y, además, siempre ha sido sensible a los derechos de las minorías. Por ello, no quiso salir a justificar a la Policía como esta quería, buscando presentarse sus miembros como exclusivas víctimas de una situación que, en realidad, ellos mismos contribuyeron a producir.

Como De Blasio no consintió con la presión policial, le dieron masivamente la espalda en un discurso, y selectivamente en el siguiente. Hacen -además- una ‘huelga de pequeñas acciones’, reprimiendo solamente las grandes transgresiones. La paradoja es que están demostrando que, sin su presión cotidiana, a la población le va igual o mejor que con sus cacheos habituales.

Mientras, el vínculo del alcalde con la Policía sublevada lo hace William Bratton, respetado jefe que impide, por ahora, la total ruptura entre las partes. Ciertamente, la política de seguridad en la ciudad venía siendo exitosa, con una clara propuesta de acercamiento a la población y en contra de una idea de Policía dura, logrando muy buenos índices de abatimiento del delito.

Veremos cómo continúa la situación. Las policías a menudo se resisten a cualquier democratización: lo vemos ahora en Nueva York, se lo vio en Ecuador en 2010, se lo advirtió en las rebeliones policiales argentinas de 2013.

La subordinación al poder civil y la exigencia de respeto a los derechos individuales deben regir el accionar policial en todos los sitios del planeta. Por ello, el encubierto amotinamiento de los agentes neoyorquinos es una muestra más de lo que ya no debe continuar ocurriendo.

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