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Ambiciosos, desorientados y traidores se concentran bajo la denominación de pluriizquierda y dicen que cuentan con un programa de gobierno, pero en el fondo, ilusamente, pretenden derrotar a Rafael Correa, líder de la Revolución Ciudadana. El pensador Ernesto Laclau explica que la izquierda responde a los procesos reales que se operan en la Argentina, el kirchnerismo; en el Ecuador, Correa; en Bolivia, Evo Morales; en Venezuela, Chávez; lo demás es una reliquia del pasado.
Fingir para conseguir algo es el peor descaro del ambicioso, que no es ni siquiera renunciar o cambiar sus ideas, sino ocultar sus malas intenciones. El desorientado merece lástima porque actúa por ignorancia o sometido a los antojos del poder mediático y de los policastros corruptos. El traidor es el ser más indigno y despreciable, listo a venderse por dinero, prebendas o cualquier migaja. Disimula lealtad, promete lo imposible, adula y aplasta todo lo que encuentra a su paso hasta conseguir efímera posición relevante.
En el Ecuador y otros países aún subsiste la explotación del hombre por el hombre. La historia registra permanentes enfrentamientos entre la izquierda y la derecha. La primera lucha por el advenimiento de la justicia social, la segunda se esfuerza por la vigencia del sistema usufructuario. La proliferación de partidos y grupos confunde a los sectores populares en la identificación de sus defensores y enemigos.
Rigen la derecha abierta, representada por la banca, la Iglesia católica y sus aliados; la seudoizquierda, con la bandera del MPD y Pachakutik, sus agregados Participación, Montecristi Vive, entre otros, que ayer se pronunció por el cambio y hoy, en viraje impúdico, dimite a sus principios, se adhiere a la oposición, en busca de una cuota del poder político en su desesperación por rescatar privilegios.
En la convulsionada República, con el arribo de Rafael Correa a la presidencia, se instauró el Socialismo Siglo XVI que preconiza la reivindicación social y económica de los marginados de siempre. Solo los ciegos y energúmenos se resisten a ver y reconocer los cambios promovidos por la Revolución Ciudadana.
Con visión de la realidad de Latinoamérica, Laclau se pronuncia por la reelección indefinida para que el líder conductor pueda cristalizar el proceso de cambio. Aclara que no se trata de promocionar un presidente vitalicio o dictadura, sino ofrecer oportunidad para que el guía, con apoyo popular, participe en elecciones, indefinidamente. Ecuador vive un proceso de cambio, bien podría aplicarse ese sabio pensamiento para que Rafael Correa culmine su obra social en beneficio de los pobres de la patria.
Nota: Agradezco al Lcdo. Jaime de la Cruz, de Facso, director del programa “Opinión ciudadana”, de las radiodifusoras Carrusel y El Telégrafo, por difundir los comentarios del autor de esta nota.