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En una entrevista en radio Visión, Carlos Vera, el otrora conductor de noticieros y programas de opinión, desarrolló como una postura fundamental la garantía de su masculinidad, al precisar que no había cambiado de gustos todavía, y habló de los ademanes afeminados de un expresidente, a quien, no obstante, no había llamado directamente “maricón”; remató con que para emprender determinadas acciones se necesitan “huevos”.
En contra de la opinión de muchos de que lo de Vera es una cuestión de estilo, discursos de esa laya expresan la concepción de ciertos hombres influyentes acerca del ejercicio periodístico: una investidura que otorga especial autoridad, un rol que permite la expresión de opiniones desde la fuerza masculina, una puesta en escena de hombría.
El estilo de hombres de la TV como Carlos Vera caló en algunos periodistas de generaciones más recientes que dirigen espacios en canales de internet, quienes suelen exaltar “cosas de hombres”, como los puñetes, el trago, el “éxito con las mujeres”, el lenguaje crudo, los chistes sobre maricones.
Los discursos que evidencian la comprensión de que hombría y poder son inseparables han sido compartidos por los políticos de las últimas décadas, por lo menos. Correa y sus subordinados, así como los actuales presidente y ministros –con excepciones y matices- son portadores de discursos en que está categorizado el mundo masculino como el natural portador de la autoridad, y el femenino –y el homosexual- como los sujetos subalternos, inferiores, sojuzgados.
Y no solo que discursos tan excluyentes y autoritarios -inhumanos- se pronuncian cada día en distintos medios de comunicación, sino que la presencia de conductoras de noticieros y espacios de opinión en la radio y la televisión local es significativamente inferior, a pesar de trabajos brillantes de periodismo investigativo llevado a cabo por mujeres que merecen especial admiración al abrirse paso en un mundo de atronadoras voces masculinas. (O)