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El Telégrafo
Ximena Ortiz Crespo

Perfectamente imperfectos

17 de septiembre de 2022

Muchas veces creemos que somos mejores que los demás y nos volvemos críticos de su manera de ser y actuar. Es natural buscar la perfección en lo que hacemos. Y si tratamos de vivir haciendo lo mejor posible en nuestra vida diaria, resulta normal que queramos que el resto también lo haga. Por eso, los demás nos parecen falibles, imperfectos y en ocasiones ponemos incluso en duda su capacidad intelectual e integridad moral.

Hay un cierto desprecio en lo que sentimos cuando juzgamos a los demás, creemos que les falta algo que nosotros tenemos y ellos carecen. Y si nos examinamos profundamente, esos sentimientos y creencias implican que nos ponemos en una posición de superioridad que eventualmente nos lleva a separarnos de los demás y a experimentar soledad.

La mayoría de nosotros tendemos a tener expectativas poco realistas sobre la actuación de otras personas, nos ilusionamos y hasta llegamos a poner a la gente en un pedestal, especialmente cuando se trata de nuestras relaciones personales. Sin embargo, dejar de querer que las personas cumplan nuestros estándares resulta liberador. Los estudios demuestran que las personas que albergan expectativas irrealizables sobre ellas mismas y sobre las demás son también propensas a la ansiedad y a no sentirse felices.

Los seres humanos no somos ni ángeles ni demonios, por ello, crear un estereotipo respecto a lo que esperamos de la gente es no reconocer que cada ser humano es un ser único con luces y sombras porque ha vivido otras experiencias y que su valor justamente está en su individualidad. Es necesario moldear nuestras exigencias, dar a las personas el beneficio de la duda y reprimir nuestra reacción inmediata respecto a cómo actúan.

¿Somos los seres humanos nobles, inteligentes, caritativos y buenos por naturaleza? ¿O más bien somos ruines, egoísta y malos? La verdad está en el medio. Todos somos seres humanos imperfectos y debemos buscar la belleza en la imperfección. Al respecto, vale la pena reflexionar sobre las palabras de Salvador Dalí: “no tengas miedo de la perfección, nunca la alcanzarás”.

Es importante, además, estar conscientes de que en ocasiones las expectativas sobre los demás podrían estar mostrando que no somos lo suficientemente independientes. El bienestar propio no debe depender de la voluntad de otros. Tenemos que volvernos autosuficientes profesional, económica y emocionalmente.

Es posible que hayamos crecido en un ambiente que demandaba que fuéramos perfectos y que nos rodeáramos de personas perfectas. Hay que reexaminar esas expectativas y paradigmas. Y si nos relajamos un poco y nos enfocamos en aceptar lo nuevo e inesperado, incluyendo los errores de nuestro prójimo, disfrutaremos de la variedad de personajes diferentes que la vida nos pone delante y, lo que es más importante, dejaremos de preocuparnos de complacer a los demás o de que los demás nos complazcan.

Cultivar la comunicación abierta y directa con todos ayuda a comprender sus puntos de vista y acciones. Si el comportamiento de las personas nos confunde, en lugar de dejar que nuestras ansiedades se enconen, hay que escucharlos y aclarar las cosas antes de saltar a conclusiones.

Las expectativas de perfección tanto de uno mismo como de otras personas pueden hacer que veamos el mundo con un lente opaco, además de afectar nuestra salud mental. Sin embargo, cuando aceptamos los defectos de otras personas y dejamos de contabilizar los errores que a nuestra manera de ver cometen, podemos liberarnos de la trampa de las expectativas. En el momento en que aceptamos las imperfecciones de los demás seremos personas más felices y más en paz con nosotras mismas. Es tiempo de emprender la búsqueda de la verdad con la filosofía japonesa del Wabi-Sabi: “Nada dura, nada está terminado y nada es perfecto”.

 

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