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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

Patria

26 de mayo de 2016

La palabra Patria fue recreada por el mundo romano para designar la relación de pertenencia a una urbe, sin que tuviera mayor significado político. Después el sustantivo llegó al Nuevo Mundo en el siglo XVI y se refería a la circunscripción de un cabildo; nada indica que su uso fuera generalizado entre nuestra gente ni que moviera las emociones. Sin embargo, desde el siglo XVIII, cuando los criollos empezaron a desarrollar un sentimiento americanista que los enfrentaba a los peninsulares, la palabra Patria comenzó a ser dotada de un nuevo sentido acompañado de un fuerte sentimiento; sufrió una metamorfosis y dejó de ser simple palabra, para convertirse en una especie de Ser con el que tenemos un idilio intenso, infinito y envolvente, con cuya fuerza enfrentamos al espíritu monstruoso del imperialismo. Aunque la trama parecen ser maniquea y tener la estructura de un mito, en realidad el concepto de Patria, como ente espiritual y geográfico, es también  y sobre todo, el núcleo de nuestro discurso racional para la lucha política.

El acierto no sólo ha sido crear la idea y la realidad de la Patria Grande latinoamericana, sino la capacidad de mantenerla viva desde que se desplegó hace doscientos años, de una manera tal, que sólo aquí se sembró y creció ese concepto - espíritu, mientras en otras partes de occidente, la palabra prácticamente murió y fue sustituida por acepciones más técnicas políticas, como democracia o república, que por sí mismas no logran tejer la razón y el sentimiento.

En 1814, Bolívar definió como sinónimo de Patria a la América meridional y por ello dijo: “Para nosotros la Patria es América, nuestros enemigos, los españoles; nuestra enseña la independencia y la libertad”. En boca del Libertador se sobrepasó la idea de república y se consagró el gran espacio geográfico y cultural por el cual se lucharía con las armas y políticamente contra el colonialismo y el imperio, para lograr la soberanía.

Para Bolívar, la Patria tenía cuerpo y altura de volcán y su antítesis era la codicia y el faccionalismo. En otra de sus cartas dirigida a Manuela Sáenz, le aseveraba: “Mi corazón ve con tristeza el horrible futuro de una patria que sucumbe ante la mezquindad de los intereses personales y de partidos…Tuyo, Bolívar” (1824).

Por suerte la palabra Patria no murió después de la Independencia, más bien se revitalizó para enfrentar al neocolonialismo y nuevo imperialismo norteamericano disfrazado de la doctrina Monroe, que según Martí, aparentaba ser un dogma contra un extranjero para entronar a otro codicioso, que buscaba satisfacer su amor al lujo. Martí describía la lucha política de la América Meridional contra el espíritu imperialista de la codicia, como la de un pueblo que respondía sencillamente aspirando a la vida, reclamando un lugar en el mundo con su idioma y su “fogosa e inagotable elocuencia”. En uno de sus extraordinarios vuelos poéticos y metáforas, dijo de la Patria americana, y su pueblo, que  “tiene una cabeza de gigante y un corazón de héroe en un cuerpo de hormiga loca”.

Pero a pesar que la palabra Patria fue definida y contenida en la palabra América y usada por nuestros libertadores, fue sobre todo desde finales del siglo XIX y a lo largo del siglo XX, cuando su densidad creció. Alfaro la designó 61 veces en sus escritos, siempre al lado de la palabra felicidad del pueblo, honra, sacrificio y regeneración. Los líderes de la izquierda Latinoamericana la mantienen viva y sintetizan la razón de la lucha, en la existencia de la Gran Patria Latinoamericana plagada de justicia social.

Javier Fernández Sebastián dice que “Los conceptos al final son los anteojos que tenemos para ver el mundo, y si cambiamos los anteojos cambiamos el mundo”. Por ello, es necesario que cambiemos muchas cosas, pero que mantengamos el concepto, espíritu y amor a ese Ser, porque ese será el mejor escudo para la existencia soberana y cultural de Nosotros, que somos La Patria Grande.


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