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El Telégrafo
Mónica Mancero Acosta

Paro Nacional 2022, derrotas y victorias

03 de julio de 2022 - 05:00

Ecuador acaba de vivir uno de los levantamientos indígenas más largos y duros de las últimas décadas, tanto por la dinámica interna del movimiento, así como por la confrontación con el gobierno junto con la parte más elitista de la sociedad. En este artículo pretendo analizar tanto las demandas, los repertorios de acción colectiva del movimiento indígena, las respuestas institucionales del gobierno de Lasso y la Asamblea Nacional, así como las reacciones de la sociedad ecuatoriana fragmentada como la que ahora tenemos. Finalmente, me interesa destacar el sentido y resultado de la negociación y sus implicaciones para el devenir social y político.

Las diez demandas del movimiento indígena tienen un carácter amplio y expresan una clara disposición de incluir no solo a personas indígenas, sino a todos aquellos sectores empobrecidos del país. La cuestión de los combustibles como punta de lanza de su lucha no es ciertamente una demanda romántica, sino la clara evidencia de que, al vivir en sectores rurales alejados de los centros urbanos, sus productos alimenticios se encarecen por la cadena de transporte. Ciertamente, se cuestiona si el subsidio a los combustibles es una medida inequitativa que termina beneficiando a las personas de mayores recursos. Sin embargo, en medio de la paralización un técnico del área señaló que no es cierto que se siga subsidiando los combustibles en el país. De cualquier forma, se llegó al acuerdo de diseñar una política de focalización.

Por otro lado, la justicia ambiental ha sido uno de los grandes logros de la paralización. Derogar un decreto que amplía la frontera de extracción de petróleo y que se plantea redoblar la producción es una ganancia importante desde la perspectiva de los pobladores de amazonia, así como de la naturaleza. Modificar el decreto minero, que iba en contra de la propia Constitución al no contemplar las limitaciones de explotación en zonas sensibles es un avance no menor en medio de miles de hectáreas concesionadas para explotación minera.

La declaratoria de emergencia de la salud, a pesar de las protestas de los propios médicos al respecto previo al paro, da cuenta que los gobiernos solo responden frente a presiones de movilización sostenidas como las que levanta el movimiento indígena. Las solicitudes de los médicos no tuvieron ninguna acogida mientras que las organizaciones indígenas tuvieron que paralizar el país por 18 días para que estos mismos reclamos sean atendidos.

El anuncio de mayor inversión en educación intercultural es otro de los resultados efectivos de las movilizaciones. Sin embargo, la demanda no era exclusivamente para educación intercultural sino general. Nótese la amplitud de la demanda y la respuesta de gobierno, un abismo de diferencia, quien tiene la perspectiva integral es el movimiento indígena y no al revés.

El tema financiero y de los créditos es otro de los logros que se amplían a toda la población en esa condición. Por otro lado, están las demandas específicas acerca de los derechos colectivos, tema que debe ser trabajado en las mesas que se establecieron entre los acuerdos puesto que no se hizo un anuncio específico al respecto. En otras palabras, lo que tenemos en la plataforma de reivindicaciones del movimiento indígena son demandas amplias generales que benefician a la población ecuatoriana más empobrecida, demandas materiales que tienen que ver con la subsistencia, antes que demandas culturales o de reconocimiento exclusivas para las nacionalidades y pueblos indígenas. Esto, aunado a las demandas de justicia ambiental, ubica al movimiento indígena en una posición de avanzada en consonancia no solo con la Constitución sino también con la tendencia mundial hacia la protección de la naturaleza y sus habitantes.

Ahora bien, en cuanto a sus repertorios de acción colectiva se evidenció un nivel de organización mucho más logrado que en anteriores movilizaciones y levantamientos. Varias pueden ser las razones para este avance, uno el evidente liderazgo de Leonidas Iza, presidente de la Conaie, y el más visible de los dirigentes en el paro. El uso de las tecnologías de comunicación facilita mucho la organización en los territorios en este momento. Otro factor tiene que ver con la inclusión de otras organizaciones que se sentaron a la mesa de negociaciones junto a la Conaie, la Fenocin y la Feine. La movilización en los territorios fue amplia y contundente, no fue una paralización centrada  en Quito, sino que en muchas otras ciudades, poblados, carreteras, caminos y vías se apostaron y manifestaron un conjunto de actores de manera coordinada. Una muestra clara es que, luego de 16 días de paralización llegaban a Quito nuevos manifestantes en una marcha multitudinaria de vehículos que bloquearon la carretera más importante que une la costa con la sierra; los nuevos manifestantes frescos y con ánimos podían reemplazar a los que ya habían retornado a sus comunidades.

Dentro de este tema hay que tratar la cuestión de un nivel de violencia en algunos eventos que se generalizan como si hubiera sido la tónica del paro. Es necesario precisar que, por un lado, los propios indígenas evidenciaron la intromisión de supuestos agentes de la policía para dañar el carácter de la movilización, táctica vieja que usan los gobiernos más autoritarios para desprestigiar la acción colectiva. Por otra parte, desde el gobierno y sectores de derecha se trata de posicionar tanto la cuestión de un supuesto financiamiento del narcotráfico, así como la existencia de grupos subversivos que se habrían sumado a las movilizaciones indígenas. De ninguno de los dos aspectos se han mostrado pruebas al respecto. De cualquier forma, es necesario hacer un seguimiento al respecto y exigir que cuando se hagan esas afirmaciones se tenga mayor rigurosidad, porque el interés que hay por detrás es contener una acción colectiva monumental y sostenida que se acaba de dar en el país que definitivamente marca un parteaguas en la política y dinámica social ecuatoriana.

Por otro lado, desde el gobierno de Lasso, hay un acuerdo incluso de los propios voceros de sectores que lo respaldan, acerca del desastre de su actuación. Lasso salió derrotado, política y personalmente. Un presidente ausente o más que eso, escondido, mientras el país se paralizaba y exigía un diálogo para superar la crisis. Lo que pudimos ver fueron no acciones sino reacciones parciales, erráticas, descoordinadas y suplantadas por nuevas que lo único que lograban era encender más los ánimos no solo de los manifestantes sino de una población entera que no lograba entender tanta torpeza de un gobierno que buscó el poder por una década y no tenía idea a lo que se estaba enfrentando, como si no hubiera vivido en un país que ya experimentó octubre de 2019. Es que no era necesario que sepan algo de historia acerca de un territorio que ha experimentado múltiples levantamientos indígenas desde la colonia, sino solo que recuerden la última paralización. Aún quienes no respaldamos a Lasso esperábamos que sea un gobierno organizado, con liderazgo firme y con un equipo preparado; para ello habían formado un think tank que suponíamos iba a ser el soporte no solo de análisis estratégicos sino de propuestas de política pública, que si bien en su línea ideológica, podían contribuir no solo a solucionar sino evitar crisis como ésta. Sin embargo, nos dimos con la piedra en los dientes: no hubo tal liderazgo, tampoco tal pensamiento estratégico y peor propuestas de política. Lo más anecdótico al respecto es la invitación que le hicieron al propio movimiento indígena de que sean ellos quienes diseñen la política de focalización a los subsidios de combustible, hasta ahí cayeron los representantes gubernamentales.

El carácter del gobierno de Lasso quedó mucho más claro en estas circunstancias, el neoliberalismo no es necesario explicarlo porque está en su programa de gobierno, así como en los acuerdos con el Fondo Monetario internacional y en su inacción en cuanto a políticas sociales y obra pública que hemos padecido durante un año. Un Estado ausente con un presidente también ausente configuran una reactualización del penoso laissez faire liberal que se ha ensañado con nuestro país durante este año. Lo que sí se ha develado de cuerpo entero es su carácter autoritario y represivo. El ministro del Interior Patricio Carrillo se terminó mostrando como un propiciador de la línea militarista, policial y de fuerza para solucionar esta crisis, y Lasso respaldó consecutivamente esta línea. El resultado 6 muertos directos a causa de la represión.

De parte de la Asamblea Nacional se intentó tomar un rol de mediación y a la vez, cuando se veían todos los caminos cerrados, de activación de la “muerte cruzada”, un mecanismo constitucional cuando se vive grave crisis política y social. El fantasma del correísmo bloqueó esa posibilidad entre grupos que preferían que el número de muertos creciera antes que abrir la posibilidad a nuevas elecciones ante la eventualidad de que el correísmo se volviera a posicionar en el país. Los cínicos cálculos electorales se hicieron presentes en el Partido Social Cristiano, al cual ya sabemos que lo de social y cristiano nunca ha importado, así como la Izquierda Democrática, que tampoco representa ese nombre. Un vergonzoso grupo de asambleístas se abstuvieron y fueron los cómplices de que la salida constitucional no se llevara a efecto, exactamente por los mismos cálculos políticos.

El argumento del golpe de estado, de la desestabilización y la perdida de institucionalidad no se sostienen, la crisis la palpamos todos fue de tal naturaleza y la respuesta del gobierno tan torpe y cerrada que realmente parece haber ido en la búsqueda de su propia muerte política. No hubo los votos y el gobierno se sostiene con un puñado de asambleístas que, en nombre de un supuesto respaldo a la institucionalidad, le importa muy poco la suerte de este país.

Levantamientos, marchas, paralizaciones los hemos vivido siempre en el país, pero algo inusitado que pudimos percibir ahora es el intento de la propia población privilegiada para imponer orden por su propia mano, es decir, el surgimiento de una suerte de paramilitarismo. Quizás la percepción de ausencia de orden y seguridad podría haber llevado a ese sector a tomar esa vía, lo cual aunado a un nivel de racismo y xenofobia que se desbordó durante estas semanas hizo que se registraran varios incidentes en distintas ciudades del país. Evidentemente, las redes sociales fueron la expresión de estos mismos complejos sociales tan arraigados en muchos de los ecuatorianos, un endorracismo, es decir una negación de nuestro propio origen y configuración genética que lleva a un odio de sí mismo y su identidad. Demostró ya el científico César Paz y Miño que los ecuatorianos tenemos cerca de 60% de genes indígenas, muy por debajo de los caucásicos, y que inclusive están presentes genes de origen afro. Sin embargo, los insultos a los indígenas solo expresan ese abismo entre lo que somos y pretendemos ser.

El paro de 2022 ha sido una muestra contundente de la potencia de un movimiento indígena, cuya representación política, Pachakutik, no ha dado la talla. La política contenciosa expresada en las consecutivas jornadas de movilización se posiciona claramente por la falla de la representación política en todos los grupos y partidos, incluido el correísmo, para una parte de este grupo ha significado apenas haber conseguido “migajas” mientras para otros sectores dentro de la misma tendencia se percibe la urgencia de formar un bloque más sólido progresista y superar el clivaje correísmo/anticorreísmo, lo cual solo sería posible sin el propio Correa.

Nuestra democracia representativa no funciona y la democracia comunitaria, contemplada en la propia Constitución, nos ha mostrado que puede ser eficaz no solo por el sentido comunitario sino por el democrático que pudimos ver en la negociación antes de la firma del acuerdo, con un Leonidas Iza que dio cátedra de cómo llegar a consensos con grupos diversos en medio de un clima de tensión al máximo.

Así, se abre ahora un nuevo ciclo político para el país, un gobierno derrotado por sus propios errores y también por los aciertos de su contendor debe gobernar por tres años más sin legitimidad ni mayoría en la Asamblea. Un país que debe aprender a convivir con sus diferencias y reconocerse a sí mismo por lo que es en su sustrato identitario. Un movimiento indígena ovacionado a la salida de Quito por su carácter enérgico, generoso y reivindicativo con los más pobres del país, que ha sido calificado por medios de comunicación extranjeros por haber tenido una victoria contundente.

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