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¿Sabían que el 26 de junio fue el Día Internacional en Apoyo de las Víctimas de la Tortura? Esta fecha no es solo una conmemoración, sino un recordatorio urgente. Está ligada a la entrada en vigor de la Convención contra la Tortura de Naciones Unidas y nos llama a no callar ante las injusticias que siguen ocurriendo en el mundo.
Desde 1988, gracias al trabajo de la Asamblea General de la ONU, celebramos esta fecha para visibilizar una lucha que no ha terminado. La Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, vigente desde 1987 y supervisada por el Comité contra la Tortura, establece algo clarísimo: ninguna circunstancia —guerras, terrorismo o inestabilidad social— justifica el uso de la tortura.
Y esto, panas, es importante. Porque erradicar la tortura no es tarea de unos pocos, sino una responsabilidad compartida por toda la humanidad.
Hoy, 175 Estados han ratificado este tratado. Apenas 21 no lo han hecho. Los Estados parte están obligados no solo a prevenir y sancionar estos actos en su territorio, sino también a no extraditar ni expulsar personas a países donde puedan ser torturadas.
Muchos creen que la tortura es cosa del pasado. Pero lastimosamente, aún persiste. Amnistía Internacional y otros organismos han documentado numerosos casos actuales. En Venezuela, por ejemplo, se han reportado desapariciones forzadas y torturas contra opositores. En Irán, durante las protestas de 2022, manifestantes denunciaron golpizas, tortura e incluso abusos sexuales mientras estaban detenidos.
Y esto no ocurre solo en regímenes autoritarios. En contextos de conflicto armado, la situación se agrava. Pensemos en Rusia-Ucrania, o Israel-Palestina, donde las denuncias por tortura y tratos inhumanos se han multiplicado.
En 2024, el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos alertó sobre un dato estremecedor: con más de 120 conflictos armados activos, resulta “desgarrador ver la frecuencia con que la tortura aparece mencionada”.
Panas, conocer estos tratados importa. Nos ayudan a no cerrar los ojos ante el abuso de poder y nos dan herramientas para exigir justicia.
Erradicar la tortura es defender lo más básico, la dignidad humana. Aunque suene lejano, nos involucra a todos. Lo que hoy se tolera de lejos, mañana puede normalizarse cerca.
Ojalá que en nuestra región, las únicas guerras sean con nuestras finanzas a fin de mes. Y que jamás nos acostumbremos al dolor ajeno.
¡Hasta la próxima!