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En la actual coyuntura política que vive la nación, hay que pactar por la unidad y dejar a un lado los conflictos y diatribas personales estériles. Cuando entendemos el significado de la justicia, dando a cada uno lo que se merece, nos asociamos a la verdad, la sabiduría y el discernimiento, haciendo una distinción entre lo que es justo e injusto, para así lograr esa añorada justicia social que no es más que tratar a todos por igual, venciendo el ego individualista que solo busca éxito y dinero.
Hacemos un ejercicio de equilibrio entre la exigencia de nuestros derechos y el cumplimiento de nuestros deberes, y en ese orden, podemos tolerar, aceptando con paciencia, flexibilidad, espíritu crítico y actitud de diálogo, las diferencias entre nosotros.
Naturalmente se requiere una posición de entendimiento con los demás, con sus sentimientos, necesidades e ideas. Sin temor a equivocarme, de esta manera aceptamos la diversidad y riqueza de los seres humanos, que constituyen, entre otras cosas, el respeto a los que piensan diferente sin discriminar a nadie, viabilizando la unión entre todos los actores responsables de brindar la paz que tanto necesita nuestra nación.
La generosidad en estos momentos debe ser la clave de nuestro compromiso, porque con ella no damos lo que nos sobra, sino que ponemos a disposición de los demás aquellos talentos y valores que nos son propios, identificando una causa común colectiva, para juntos vencer las dificultades comunes con la capacidad de autoevaluarnos y autocriticarnos.
Recompongamos a nuestras familias en pro de la unidad. Es un deber de los integrantes de una familia contribuir para el establecimiento de una estructura social más equitativa, donde reinen la armonía, el respeto y la consideración hacia los demás.
Evitemos las críticas malintencionadas y destructivas que menoscaban la dignidad y la autoestima de nuestro prójimo. Como forma de prevenir conflictos, las personas deben tener en cuenta las consecuencias de criticar a las personas cuando estén ausentes.
Es importante recordar que, para tener un clima de paz, no basta contar con un cuerpo represivo, no basta tener a la Policía bien formada y equipada, ni basta tampoco la educación, será necesario que los instrumentos y mecanismos estén articulados y funcionen como un engranaje perfecto que echen a andar al sistema de justicia de nuestro país.
Ese es el rumbo de inclusión social que soñamos en un gobierno de unidad nacional, donde el centro de las políticas públicas vaya en auxilio del más necesitado, compartiendo los conocimientos como la mejor vía de crecimiento de los ciudadanos, actores fundamentales en la creación de un sistema de derechos, donde el respeto a las instituciones sea el marco de una gobernabilidad sustentada en oportunidades para todos.
Entonces, reconociendo nuestras virtudes y defectos, pactemos por la unidad nacional en estos tiempos difíciles, para continuar edificando una sociedad más próspera, justa y solidaria. (O)