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El Telégrafo
Patricia Hidalgo

La otra guerra

13 de abril de 2022 - 00:00

Desde que inició el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania gran cantidad de desinformación empezó a propagarse a través de las distintas plataformas digitales. Sin embargo, las noticias falsas, en escenarios de guerra, no son un fenómeno nada nuevo: a fin de cuentas, la disputa también implica confrontaciones de carácter narrativo por quién controla el relato y la percepción de las audiencias. En esa línea, las fake news son -y han sido- un recurso efectivo para alcanzar dicho objetivo. La clave está en analizar por qué.

 

En la práctica, son muy pocas las ocasiones en las que nos detenemos a analizar el trasfondo de las disputas geopolíticas. Hasta los libros y las clases de historia se dejan llevar más por la imagen del bueno y el malo; y el contexto queda en segundo plano al momento de estudiar cualquier acontecimiento histórico. Dicha situación acarrea dos problemas básicos: 1) Siempre buscamos reforzar dichos roles. 2) Es muy difícil romper con dicha percepción.

 

Ficción o no (esa es otra discusión) un villano recurrente a lo largo de la historia moderna ha sido -y sigue siendo- Rusia: ese país "medio comunista" lleno de espías, mafias y corrupción. Igualmente, es difícil dimensionar las causas de una guerra cuando el "culpable" de todos los males son los Estados Unidos. Al final, la representación que hacemos en nuestras mentes incide directamente en cómo leemos e interpretamos la realidad.

 

El problema de reducir toda discusión a héroes y villanos (solo revisen los supuestos debates en redes sociales) es que, además de imponer la superficialidad en la discusión pública, se propicia la expansión de las noticias falsas; situación que se agrava cuando se consideran las facilidades que brindan las aplicaciones de mensajería como WhatsApp o WeChat para propagar verdades a medias, rumores o contenidos abiertamente manipulados. Y es que si algo refuerza lo que ya pienso, debe ser verdad; o mentira, cuando choca contra mis creencias.

 

Fotos de conflictos antiguos que se muestran como actuales; relatos de supuestas víctimas; imágenes de verdaderas agresiones que se consideran rumores. Desde hace mucho tiempo, existe el debate sobre lo qué es o qué se considera real. Por ello el debate debe trascender las tecnologías o los mecanismos para verificar contenidos: precisa un entendimiento de cómo funciona la interpretación de los seres humanos. El problema es que, mientras vivamos en un mundo binario, seguiremos asignando roles.

 

Por eso termino con la siguiente pregunta, ¿qué hacer al respecto?

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