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El Telégrafo
Rodolfo Bueno

O un bello sueño o una pesadilla

24 de mayo de 2016

Parecería que va a cumplirse la ley de la infamia: la mejor manera de destruir un país es dejarlo elegir sus gobernantes. Esto podría pasar en EE.UU. si en noviembre tiene que escoger entre el magnate misógino, Trump, o la dama de la sonrisa diabólica, Clinton. El primero intentará demostrar que con dinero se puede comprar todo, incluso la presidencia del imperio más poderoso de la historia; la segunda, que ella está coronada de antemano por ser la representante de los intereses de la gran banca, del complejo militar industrial, de la gran prensa, de los órganos de seguridad y por estar respaldada por la enorme estupidez de una masa sin consciencia, que puede ser engatusada con falsas promesas.

De darse esta variante, los pueblos del orbe van a pagar con creces la derrota del pueblo americano, que también va a ser la de ellos, porque los van a masacrar cuando protesten, porque van a servir de carne de cañón en las intervenciones militares del futuro, en fin, porque van a sufrir mucho cuando despierten a la dura realidad.

Sanders es el candidato que evitaría esta catástrofe porque no representa los intereses de Wall Street ni del complejo militar ni de los grupos de presión sionista, sino los del pueblo estadounidense y, por cierto, los del mundo entero.

Con su candidatura están los obreros desilusionados de tener que trabajar más cada día por salarios cada vez más bajos, los desamparados que han perdido sus hogares como consecuencia de la crisis, los estudiantes cuyos gastos en educación son cada vez más altos y no encuentran trabajo al concluir sus estudios, los desempleados que día a día deben mendigar su sustento, los afroamericanos que son masacrados como si fuesen perros con rabia, las mujeres que sufren la falta de equidad en sus labores, los soldados desatendidos, pese a haber sido mutilados por defender en el extranjero los intereses espurios de las multinacionales; los migrantes sin garantías de ningún tipo, en fin, todos los explotados, pobres y desposeídos que están descontentos de que el 99% de los ingresos generados en ese país vaya a parar a los bolsillos del 1% más rico. Esta enorme desproporción les enerva y les lastima su sensibilidad espiritual. Según Sanders: “No podemos seguir teniendo un país que tenga al mismo tiempo la tasa más alta de pobreza infantil de todos los grandes países del planeta, y una proliferación de millonarios y multimillonarios, pues este tipo de economía no solo es inmoral y malo, sino que es insostenible”.

Sanders debería ganar esta elección presidencial porque, además de ser el mejor candidato, no forma parte -según sus palabras- de ese “capitalismo de casino por el cual tan pocos tienen mucho y la inmensa mayoría tiene tan poco”, y también por ser el único que puede dar a EE.UU. la última oportunidad de cambiar políticamente, tanto en lo interno como en lo externo y evitar así que ese país se convierta en una democracia fallida, en la que las grandes contradicciones existentes en su seno conduzcan esa sociedad por el sendero de la desintegración como Estado. (O)

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