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El Telégrafo
Eduardo Jurado

Nueva economía

09 de marzo de 2018 - 00:00

También llamada economía digital, es aquella facilitada por la internet, las plataformas informáticas, las redes de banda ancha y la creciente industria del software. Se origina en la convergencia tecnológica que posibilita conexiones instantáneas entre personas, empresas, dispositivos, datos y procesos, donde cada vez más, los modelos de negocios, el comercio y los acuerdos son realizados digitalmente.

Los protagonistas de la nueva economía son los nativos digitales (Marc Prensky, 2001), individuos que nacieron y crecieron en el mundo digital. Son hablantes naturales del lenguaje de las computadoras, los videojuegos y del internet. Ellos piensan y procesan la información en forma diferente a las generaciones anteriores y consumen las tecnologías con una habilidad consumada. Son multitarea, adquieren datos de múltiples fuentes, esperan respuestas instantáneas y crean sus propias áreas de influencia. El conocimiento lo asimilan como resultado de su propia experiencia y lo incorporan a su acervo personal. Solo necesitan una conexión a internet y una cuenta virtual de pago por esta misma vía para producir riqueza y disfrutarla.

En la economía digital la materia prima proviene de la mente humana, no de la línea de producción ni de la fuerza muscular y su transferencia y procesamiento se hacen en tiempo real. Los espacios en donde se generan las transacciones, los mercados en donde se transan los bienes y servicios, e inclusive los medios de pago, son virtuales. Los agentes son ubicuos y están a la distancia de un “clic” y su interacción se expresa como una forma inmaterial de relaciones económicas, sociales, o políticas.

Para el nativo digital no existen fronteras nacionales y su “fábrica” es una computadora portátil y su propio cerebro. Su creatividad y destrezas son su factor fundamental para crear valor. Como en muchos aspectos ellos saben más que lo que el sistema educativo tradicional les puede ofrecer, no se interesan por obtener títulos académicos. Y como el conocimiento es etéreo, lo pueden generar, almacenar, utilizar, movilizar y tranzar, en todo el planeta, sin necesidad de licencias o títulos habilitantes, sin pagar tasas, sin agremiarse en sindicatos o federaciones.

El conocimiento es el sustrato de la nueva economía. El conocimiento traspasa las fronteras, no paga aranceles ni puede estar sujeto a salvaguardias, cupos o certificados de origen. El conocimiento se origina y se aplica en las mentes de las personas que lo poseen sin importar dónde. En este escenario, el Estado, las corporaciones y los dueños de la tierra y del capital pasan a segundo plano.

Richard H. Thaler, el Premio Nobel de Economía (2017), por su contribución a la economía del comportamiento, reveló cómo los rasgos humanos afectan las decisiones de los agentes. Más nos vale entender y asimilar esta nueva realidad socioeconómica, antes de que sea demasiado tarde. (O)

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